Assemblage #22 – De quelques légers déplacements des choses

Marcolina Dipierro, Silvia Hestnes y Lucrecia Lionti tienen cada una referencias específicas: la tradición de la abstracción geométrica, pero alterada por un uso de lo suave, del pliegue y de la curva en el caso de Marcolina; una estética de la fragilidad alimentada por una poética de la materia pero anclada en una experiencia de arte procesual o minimalista en el caso de Silvia; abstracción, neo-dadaísmo y arte conceptual en una parte importante de la obra de Lucrecia. Si ha sido posible reunirlas aquí, es porque más allá de sus diferencias hay momentos, procesos y actitudes que comparten. En primer lugar, una cierta relación con la fragilidad y una economía de lo mínimo. Asociaciones u oposiciones paradójicas de materiales y cualidades, una forma de desestabilizar el dogma formalista o modernista por un sentido de auto-burla, una inflexión sensible o un temblor de la forma. En las tres hay una forma singular de hibridar formas y materiales.

En muchas de sus obras, Marcolina Dipierro opera un proceso de atenuación del rigor geométrico asociando el medio con cualidades antagónicas: la rigidez de una forma construida y la flexibilidad de un material suspendido, la fijación de un marco y el temblor de una cadena, o el encaje entre materiales naturales e industriales, entre la geometría y las formas vegetales. Se podría evocar la geometría de François Morellet. También se podrían enumerar una serie de pares de oposiciones que impulsan su obra, como dura y blanda, ortogonal y arabesca, angular y nudosa, funcional y formal.

Silvia Hestnes da forma a los sentimientos y colorea las emociones que la atraviesan. Pero despojándolas de toda narratividad. Esto da como resultado esculturas que combinan alambre y piezas de tela que se soportan entre sí en un vínculo frágil. Nos hacen sentir el temblor de una intuición, la frágil temporalidad de la obra de Penélope que la obra arrancaría del tiempo y mantendría en el incierto equilibrio de una forma. En su trabajo, el color, la forma y la materia son tanto premisa como eco. La obra nace de su arte de abstraer de una emoción, de un sentimiento o de un pensamiento una forma o un color que emprende su vuelo.

Lucrecia Lionti procede cubriendo y/o remendando. En sus «pinturas», es la colorida cubierta de los recibos pegados en los envases de cartón lo que produce la obra de arte. Esto produce una geometrización que revela algunas palabras sobre la economía y el comercio del arte y su mecánica institucional. Otras obras recogen fragmentos de lencería usada (manteles, toallas, paños de cocina, etc.) que ella cose, arregla y ensambla para producir geometrías «domésticas». De esta manera crea una abstracción de empaques y remiendos que combina lo «alto» de la vanguardia modernista con lo «bajo» del trabajo doméstico y del reciclaje. La desenvoltura de sus trazos, la forma en que se devalúan los materiales (por las marcas y rastros de su desgaste o uso ordinario) configuran el lado trivial de un sublime inmerso en el mundo de la obsolescencia programada. Encontramos en ella el espíritu de lo «absurdo» y hasta el sentido del humor de un tal Marcel Duchamp.