María Teresa Hincapié. Si este fuera un principio de infinito

«A mí no me interesa el arte muerto. Creo que la vida es el arte y mi cuerpo es mi arte vivo. Mi cuerpo es aquel que tiene que moverse, que está mirando, que está cansado, que está agotado. Esta es mi propuesta.» María Teresa Hincapié

María Teresa Hincapié. Si este fuera un principio de infinito es la primera gran exposición dedicada a la práctica pionera de esta artista colombiana (1954-2008). Especializada en lo que podríamos llamar la poética de lo doméstico, con la que transformaba acciones simples en rituales sagrados, su práctica resistía cualquier categorización específica, ya que oscilaba entre vida, creación en movimiento y búsqueda de la comunión con el planeta. Hincapié se inició en la práctica teatral como miembro del grupo Acto Latino, influenciado a su vez por las ideas de Jerzy Grotowski (1933-1999) y el horizonte experimental que este director de teatro polaco abrió en torno al concepto de teatro pobre. En 1990 Hincapié recibió el primer premio del XXXIII Salón Nacional de Artistas (Colombia) por su performance de larga duración Una cosa es una cosa, que se convertía así en la primera obra efímera, no objetual, en obtener dicho galardón. La acción consistió en colocar en el espacio expositivo todas las cosas que la artista poseía en su casa e interactuar con ellas durante ocho horas seguidas a lo largo de varios días. En 1996 Hincapié recibió nuevamente esta distinción gracias a Divina Proporción, obra performativa que la llevó a habitar el espacio expositivo durante días mientras caminaba muy lentamente y cuidaba del césped que había insertado en las junturas del suelo de hormigón. El año anterior, Hincapié había iniciado su ambicioso proyecto Hacia lo sagrado con una caminata desde Bogotá hasta San Agustín, en un viaje de 550 kilómetros que duró 21 días, pasando por zonas de conflicto armado y alimentándose de semillas y panela (azúcar sin refinar). En esta acción de supervivencia realizó acciones rituales con una clara vocación mística que, a partir de ese momento, sería el núcleo fundamental de su poética. El arte se convirtió en la guía de su existencia, pues no solo le proporcionó un marco para su creatividad sino que influyó en su ética y comprensión de la política. A finales de los noventa adquirió una finca (La Fruta) en la Sierra Nevada de Santa Marta, cerca del asentamiento sagrado de los koguis, a la que únicamente se accedía a pie. Allí creó una residencia de artistas a la que llamó Aldea-Escuela, un proyecto que mantuvo vivo hasta sus últimos días.

Si este fuera un principio de infinito

Esta coproducción entre el Museo de Arte Moderno de Medellín y el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, con el apoyo de la Embajada de Colombia y la colaboración de El Graner, tiene el ambicioso objetivo de ser la primera tentativa de exponer el arte inclasificable de María Teresa Hincapié. Tomando como título de la exposición el de la primera acción performativa de Hincapié que desbordaba los parámetros teatrales, la muestra reúne una vasta selección de sus obras: fotos, vídeos, documentación escrita por la propia artista, diapositivas, testimonios visuales, material de archivo, etc. Son muchos los interrogantes que surgen cuando se intenta exponer en un museo la obra de María Teresa Hincapié con el propósito de dar a conocer la trascendencia de su práctica, a la vista de una nueva concepción del cuerpo y su contexto en el ámbito de la performance.

Por ello, la exposición está estructurada a partir de ejes temáticos que condensan algunas de las preocupaciones o de los momentos más importantes de su trayectoria: un Preámbulo que describe la transición del teatro a las artes visuales; Si este fuera un principio de infinito, que recoge el desarrollo de Una cosa es una cosa (una de sus obras más emblemáticas); un grupo de obras que reflexionan sobre la feminidad en el mundo y que bajo el título Soy una mujer que ya no es una mujer reivindican al ser mutante, aquel que cambia constantemente; su gran proyecto Hacia lo sagrado, que incluye sus búsquedas espirituales; el proyecto de larga duración de la Aldea-Escuela, donde pone en práctica sus aproximaciones pedagógicas; Pies que lamen, en el que se recoge su uso del caminar y de la lentitud como herramientas de resistencia y pensamiento, y Esta tierra es mi cuerpo, que reúne una serie de proyectos de corte ecologista.

Al querer incluir la fisicidad, el gesto, la quietud, el silencio, el movimiento y la presencia que emana de su obra, evitando al mismo tiempo un re-enactment (a lo que ella era completamente contraria), la propuesta para la exposición pasa por nuevas voces inspiradas en la práctica de Hincapié. En ese sentido, se incluye obra de José Alejandro Restrepo, con quien Hincapié colaboró en el pasado, así como tres proyectos encargados específicamente para la exposición y que abren un imprescindible debate sobre el movimiento, los cuerpos y el legado cognitivo de una práctica en sí abocada a la transformación. Los artistas y colectivos invitados para desarrollar una nueva obra que dialogue con el lenguaje performativo de María Teresa Hincapié son: María José Arjona (Colombia), Coco Fusco (Cuba) y Mapa Teatro (Colombia), cuya praxis está íntimamente vinculada a la de la artista.

La exposición aborda preguntas en torno al archivo, a la materialización de una práctica destinada a perecer y a la poética de una apuesta de vida que encontraba la belleza en el hacer más simple.