Sara Ramo, lindalocaviejabruja

La artista hispano-brasileña Sara Ramo (Madrid, 1975) ha creado un proyecto producido específicamente para el Programa Fisuras del Museo Reina Sofía bajo el título lindalocaviejabruja, en el que trata de abordar la dificultad de ser mujer desde la perspectiva de la propia artista.

Con una obra articulada a través de diferentes formatos, principalmente vídeo, instalación, escultura y collage, Ramo parte de la apropiación de elementos y de escenas cotidianas, que reconfigura para extraerlas de su contexto original e integrarlas en sus trabajos, como hace ahora en dos espacios del edificio Sabatini del Museo, Espacio 1 y Sala de Protocolo. De manera concreta, Ramo investiga el momento en que los objetos dejan de tener sentido en la vida de las personas y se generan situaciones de alteración y pérdida de su orden natural, no solo desde el
punto de vista formal sino también de apreciación y significación.

En un mundo ideológicamente orientado a obtener un beneficio económico sin importar las consecuencias, Ramo acude en su trabajo a áreas más próximas al inconsciente, la ficción, la magia y la mitología para crear resistencias narrativas que le permitan establecer nuevos espacios y temporalidades con las que invitar al espectador a cuestionarse los valores previamente adquiridos.

Sara Ramo, que actualmente reside en São Paulo, Brasil, es una de las artistas de su generación con mayor proyección internacional, como así lo demuestran las diferentes citas artísticas en las que se han mostrado sus trabajos, como las Bienales de Venecia y São Paulo, además de contar con multitud de exposiciones individuales y colectivas.

Condición fragmentaria

El título de esta exposición proviene de un cúmulo de palabras y atributos asociados con lo femenino. Aunque se refieren a cualidades distintas, las palabras “linda”, “loca”, “vieja”, “bruja” no están en oposición: se complementan. Ser mujer da lugar a una condición fragmentaria por la imposibilidad de conocer su totalidad, no por ser incompleta.

El término loca sirve, por ejemplo, para recordar -como señala la crítica de arte e investigadora Júlia Rebouças en el ensayo que ha escrito sobre la muestra – que fueron precisamente las mujeres las que facilitaron el acceso al inconsciente en los primeros tiempos del psicoanálisis, a principios del siglo XX, a través del tratamiento de la histeria. En esa época, se creía que se trataba de una condición exclusivamente femenina (del griego hystéra, que significa útero).

En lindalocaviejabruja también se evoca una asociación recurrente entre la mujer y la bruja. Dentro de la imaginación popular – indica Rebouças-, ella estaría dotada de poderes mágicos destructivos, capaces de desecar cultivos, matar animales y volver locos a los hombres. Y aunque la práctica de la magia no se limita a las mujeres, son siempre el blanco preferido de la persecución.

En este contexto, Rebouças apunta que la sociedad requería que su existencia fuera domesticada, para que sus vidas pudieran ser encerradas dentro del ambiente del hogar, haciendo invisible su trabajo, restringiendo su placer y sometiéndolo a la reproducción o al deseo masculino. Se trata de una exclusión de orden social y cultural, pero también económica y política, cuya perpetuación engrasa los procesos por los cuales el género femenino sigue siendo desestimado hoy en día.

Tras cinco siglos de resiliencia, lucha e importantes conquistas civiles -aunque todavía desiguales o insuficientes en regiones específicas del mundo- el patriarcado no cesa de promulgar mecanismos para la depreciación, pero es posible identificar dentro de toda forma de resistencia el giro femenino como condición para la producción de vías de escape.

Caos para el cambio

Este proyecto artístico ideado por Sara Ramo sigue una trayectoria a través de diversos espacios del Museo que se conectan y que la artista convierte en ambientes cuasi domésticos, y en el que no se extrae ningún orden o sentido lógico de las experiencias presentadas.

En lugar de recurrir a los elementos arquitectónicos o hacer referencia a ellos, la artista se apoya en los rasgos escenográficos -permitiéndoles y atribuyéndoles cualidades narrativas- y concede gran relevancia a la idea de que las cosas inanimadas pueblan activamente nuestras vidas y forman complejas relaciones con nuestros cuerpos y seres. Se les redirige desde su funcionalidad como si estuvieran dotados de cualidades excepcionales, Y así, la familiaridad de los elementos es constantemente trastocada por otros significados.

Así, los armarios y el mobiliario en general de la sala de Protocolo han sido intervenidos por la artista con objetos (dulces y golosinas, lápices labiales, ropa apilada…) que apuntan a la incomodidad y a la inadecuación de los lugares en los que se sitúan. En un momento en el que la idea de caos se ha convertido en equivalente al miedo, enmarcado por la propaganda como una amenaza, reconocer el desorden como una condición creativa aparece como una forma de colaborar para cambiar el estado de las cosas.

Por su parte, la zona de Espacio 1 acoge en la primera sala una instalación y en la segunda se proyecta el video una y otra vez (2019), que presenta un evento teatral donde la cortina permanece a medio levantar, permitiéndole ver sólo lo que sucede de mitad para abajo. La imprevisibilidad de la acción sobre el escenario devuelve la fantasía.

La cortina está compuesta por piezas viejas de tela, manchadas y usadas, un mosaico de ropa descartada que no tiene nada en común con el aura portentosa de los tradicionales terciopelos teatrales. Algunas escenas del video muestran, por ejemplo, un títere que repite el gesto de golpear a su mujer con un bate de madera -como suele ocurrir en el espectáculo «clásico» de Punch and Judy, cuyos orígenes se remontan a la commedia dell’arte italiana del siglo XVI- o la insinuación de una bruja, que evoca una hoguera sólo para ser consumida por ella.

Texto del comunicado de prensa

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