Dans la serpiente

Carlota Sandoval Lizarralde presenta una original instalación de dibujos al óleo inspirados en el libro Borderlands / La frontera de Gloria Anzaldúa, destacada escritora y activista chicana que desarrolló un concepto político, estético y ontológico de las personas que viven «en la frontera» entre culturas y lenguas. Carlota Sandoval Lizarralde, colombiana que se ha trasladado a Francia por decisión propia, reflexiona sobre el desgarro de la partida, incluso voluntaria, y los mundos sensibles a los que nos abren estos desgarros.

Carlota Sandoval Lizarralde se hace arquitecta. Piensa en el espacio y en sus recovecos. Crea muros de tela, hilo, madera y papel. Hace visibles fluidos, conductos y depósitos. Si es imposible estar en casa, o llegar a casa, entonces donde estás, construyes un nuevo lugar. Si es un lugar de espera, entonces es un lugar de abundancia, donde todo circula. Una imponente puerta ocupa también el espacio de la galería. Sin muros, se vuelve infranqueable. Prolonga el tema de la frontera: «Prohibido el paso». Sin embargo, la artista Carlota Sandoval Lizarralde ha colocado tras ella una representación de San Antonio de Padua como signo de protección del interior.

Hace referencia al espacio doméstico, pero también abre una conversación más amplia sobre los lugares que nos acogen -o no-. En la galería, la puerta habla más ampliamente de la accesibilidad a la creación artística y al mercado. Puede bajar su barrera invisible, borrando la demarcación de este lugar «reservado para».

Carlota Sandoval Lizarralde nos muestra multitud de fronteras, cayendo del techo, arrastrándose por el suelo, sobresaliendo de la esquina de una pared; también las borra, en el mismo gesto.

La frontera es una herida; te puede herir. Aquí, en cambio, los hilos de tela nos rozan, no hay marcos, ni esquinas salientes. Los bordes de los dibujos, con sus bordes rasgados o puntiagudos, ya no cortan. Tal vez la huella de un color vivo, viviente, pueda depositarse en nuestros cuerpos por la untuosidad y la abundancia aceitosa del pastel.

Las líneas de estas obras se pueden cruzar, pero hay que estar un poco atentos si no queremos salir «sucios». De este modo, nos retrotraemos a la percepción crasa y tenaz del discurso racista dirigido a las personas que viven en las fronteras. «Aquí viven los atravesados»: la gente turbia, los pervertidos, los maricones, los problemáticos, los mestizos, los mulatos, los mestizos, los medio muertos; en definitiva, los que cruzan, los que se pasan, los que traspasan los límites de lo “normal” (G. Anzaldúa).

En la exposición, la frontera desaparece, sepultada bajo múltiples líneas de vida, curvas y formas orgánicas de vivos colores. El artista se inspira en formas no humanas, en otros contornos de lo vivo.

La alucinación acecha. ¿Hemos llegado a nuestro destino? ¿Existe este nuevo lugar?

La instalación parece un espejismo. Trata de las profundidades y su oscuridad. Hemos cruzado la frontera de una corteza terrestre dura y seca. Podemos distinguir semillas, capas freáticas, los pliegues invisibles de una tierra desgarrada que deja emerger sus pasadizos subterráneos, contorsionándose en un estado naciente, informe.

Bajo la tierra está también bajo la carne. Gloria Anzaldúa habla de nepantilismo, de la palabra azteca nepantla, que designa un estado mental de estar desgarrado entre varias formas de ser. Ella anima a la gente que ha sido acunada por varias culturas, y que es presa de la confusión interior, a pararse en la frontera, a cruzarla una y otra vez. Es un lugar para aceptar que las cosas no están siempre definidas ni son definitivas, sino inciertas y fluctuantes. Una nueva conciencia individual y colectiva tiene que forjarse en las profundidades subterráneas del inconsciente, alimentada por las contradicciones y ambigüedades de fragmentos dispersos del yo.