Luis Camnitzer, Hospicio de utopías fallidas
El Museo Reina Sofía presenta una retrospectiva dedicada al artista uruguayo de origen alemán Luis Camnitzer (Lübeck, Alemania, 1937), una de las figuras clave del arte conceptual latinoamericano que ha desarrollado una prolífica obra (como ensayista, crítico de arte, comisario de exposiciones, pedagogo, conferenciante y creador de acciones y objetos) centrada en la capacidad transformadora del arte, al que considera en esencia un producto de la reflexión.
La exposición, titulada Hospicio de utopías fallidas, presenta alrededor de 90 obras entre vídeos, fotografías, collages, grabados e instalaciones, y propone una revisión de toda su carrera a través de los trabajos más emblemáticos, atendiendo a los conceptos clave sobre los que ha trabajado en su carrera: la desmitificación del papel del artista en la sociedad del consumo, la capacidad artística del lenguaje, la desmaterialización del objeto artístico, el poder evocador de las imágenes y la implicación activa del espectador.
Con estas cuestiones, Camnitzer busca despertar en el público la participación activa y su involucración en el proceso artístico, aspectos en los que se centra principalmente esta muestra. Si por un lado nos permite tener una visión global y contextualizada de su multifacética propuesta desarrollada a lo largo de casi sesenta años, por otro, la exposición se despliega en torno a tres ejes temáticos abiertos en el transcurso de sus prácticas artísticas.
El primero sería lo que entendemos como “el conceptualismo de Camnitzer”, que tomando como punto de partida la desmaterialización del objeto artístico y la relación del arte plantea procesos de pensamiento que abordan la realidad política y social. Las primeras obras que anuncian estas ideas se inscriben dentro del Mail-Art y pertenecen a la década de los sesenta: Adhesive Labels [Etiquetas adhesivas] (1966) y Envelope [Sobre] (1967), y más tarde otras como la serie Autorretratos/Selfportraits (1968-1972) o la instalación Living Room [Sala comedor] (1969), en la que los objetos de las paredes y del suelo se representan a través de descripciones lingüísticas, difuminando así, en el reducido espacio de una habitación, las fronteras entre lo visual y lo textual.
El segundo eje de la exposición supone el desenlace natural del anterior, con obras más declarativas en las que los elementos visuales adquieren mayor prominencia. Son las que podríamos llamar “arte político”. Aunque esta tendencia tiene su inicio en los años setenta con Leftovers [Restos] (1970), no será hasta los ochenta, los noventa y el siglo XXI cuando Camnitzer realice las obras políticas de mayor repercusión, como Uruguayan Torture Series [Serie Tortura Uruguaya](1983-1984), Los San Patricios (1992), El Mirador (1996), Documenta Project (2002), o Memorial (2009), ampliando su repertorio para dar paso a una práctica tal vez más compleja y abierta a la participación del espectador.
Por último, el tercer eje presta atención a la labor educativa de Camnitzer y a su defensa de un arte y educación que funcionen como un todo indivisible. Si por un lado podemos afirmar, siguiendo al artista, que lo importante en estas obras es ayudar a extender el conocimiento y explorar órdenes alternativos; por otro, lo que consiguen es afirmar la noción de que el arte y la educación —entendida no como enseñanza, sino como aprendizaje, especulación, cuestionamiento, desafío, descubrimiento y tarea colectiva de facilitación del conocimiento— son casi la misma cosa. Este ideario se encuentra en Insultos (2009) o en la serie Cuaderno de ejercicios (2011/2017), y en instalaciones como Lección de historia del arte, lección n.º 1 (2000), El aula (2005) y El museo es una escuela (2009-2018), todas ellas presentes en la muestra.
La obra Utopías fallidas (2010/2018), incluida en esta sección, da título a la exposición por deseo expreso del artista. En consonancia con su ironía, hace alusión a la historia “oscura” del edificio Sabatini como hospital y lugar para los “dementes o faltos de juicio”. Pero, además, la retrospectiva recoge el transcurso de la utopía en Camnitzer, que define como un proceso a través del que uno busca la perfección; como un espejismo, constantemente se distancia a la misma velocidad que uno cree que se acerca a ella. Algo similar a la revolución en la revolución.
La educación y el papel de la educación que Camnitzer propone en la trayectoria seguida a lo largo de su amplia carrera nos sitúan, precisamente, en un espacio participativo de creación y aprendizaje: Mi utopía ―dice el artista― es una sociedad igualitaria, justa, sin clases, creativa y con el poder equitativamente distribuido. Para entrar en el proceso de esa utopía necesito que la educación sea creativa y ayude a crear, y que lo que llamamos arte sea educativo y genere aprendizaje. El acento en la educación entonces ya no está en transferir información, sino en aprender a accederla. Y, en lo referente al arte, tampoco está en el objeto llamado « obra de arte » sino en los procesos que su presencia genera en el espectador, y cómo transforma al individuo para independizarlo en su propia creatividad sin tener que continuar consumiendo lo que yo hago como artista. Arte y educación entonces son casi la misma cosa.