Bordando memorias y recosiendo heridas. Entrevista con la artista chilena Carolina Sepúlveda

Irene Valitutto
29/09/2024

Entrevista con la artista Carolina Sepulveda, quien hace de la práctica tradicional del bordado un acto de sanación y rebeldía, resignificando este gesto ancestral asociado a la feminidad. Su bordado es una forma de reescritura de una historia femenina donde el cuerpo de la mujer toma un papel principal y donde las heridas de las violencias se cierran con hilos.

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¿Nos cuentas un poco de tu trayectoria y de cómo llegaste a Francia?

Carolina: Llegué en 2005 a Lille, donde vivo todavía. En Chile había tenido la beca de Pablo Neruda en el 2003, que es una beca para los poetas jóvenes, publiqué un libro, gané el premio de los juegos florales de Gabriela Mistral y luego obtuve un puesto para venir a Francia como asistente de español.

Al final siento que de alguna manera el bordado es la continuación de mi escritura, y creo que quizás es aún más potente. Es como el hilo que sobrepasó la palabra, en el fondo.

Entonces tu carrera empezó desde una práctica de la escritura. ¿Cómo evolucionó esto en una práctica artística?

Es una trayectoria que comienza con literatura hispanoamericana, española, y siempre dando mucho valor a las escritoras mujeres.

El libro que publiqué en Chile se llamaba Antimujeres. Es un libro de poesía que trata de todas las mujeres de la Biblia. Creo que esta atención hacia la literatura y las mujeres se traduce también en lo que bordo. Y bordo todo lo que implica ser mujer en este mundo.

La literatura feminista y de mujeres de América Latina, Japón, Francia y de otros lugares me inspira mucho en mi trabajo. Leo mucho escritoras como Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik, María Luisa Bombal, Mariana Enriquez, Yoko Ogawa, Ito Ogawa, Marina Tsvetaieva, Audur Ava Olafdottir, Chloé Delaume, Virginie Despentes, Paul B. Preciado, entre otres. 

¿Cuándo empezaste a hacer bordado, antes de venirte a Francia o después?

Carolina: Conocí el bordado en el seno de mi familia. Mis abuelas bordan, tejen, mi madre teje, mi hermana también es artista textil, el bordado es una cosa de familia. Y mi madre dice que la primera vez que comencé a tomar una aguja o un hilo tenía dos años, pero ella exagera porque no me imagino que un bebé de dos años pueda tomar una aguja y bordar.

Creo que fue un poquito más tarde, pero siempre bordé siendo niña, adolescente. 

Y después, cuando llegó la poesía, dejé de bordar. Y cuando volví a bordar parecía que lo estaba ocupando todo, de manera casi que me sobrepasa también un poco.

Siento que en el momento en que bordo y estoy hablando aquí del gesto mismo de bordar, el gesto mismo de tomar el hilo, de atravesar la tela con la aguja, de un momento a otro con solo hacer este gesto ya estás reparando.

Creo que con el bordado puedo hablar de una especie de revelación. Jamás, en ningún momento pensé que podría llegar al punto de estar como en una especie de trance entre el hilo y yo, y al mismo tiempo sentir que es algo que está en mis manos, unas manos que en el fondo vienen de una historia de mujeres que lo han hecho en el pasado. Quizá solamente estoy repitiendo un gesto que han repetido mujeres en generaciones y generaciones.

Cuando doy cursos de bordado le digo a la gente: “vamos a bordar, pero no esperen que yo les enseñe a hacer el punto, pasen por aquí y hagan esto por acá, porque esto es enormemente aburrido”. Les digo: “ustedes saben bordar, todo el mundo sabe bordar porque alguien en su familia lo ha hecho antes. La memoria del bordado está inscrita en nuestras manos. Y la manera en que lo vamos a hacer, sea chiquitito, grande, que sea regular o irregular, es un gesto natural.

Pero no hay que olvidar que el bordado, como todas las actividades manuales que ejercían las mujeres, tejer, y otras, eran también medidas tradicionales de mantenerlas bajo control.

Es decir, antes cuando las mujeres se reunían y bordaban juntas era para que tuvieran las manos ocupadas y no tuvieran las manos haciendo otras cosas, como tocarse entre ellas, tocarse a sí mismas u otras cosas.

En mi práctica del bordado conviven estas dos dimensiones, la de una práctica tradicional ancestral de mujeres, que yo resignifico representando mujeres libres y de alguna manera empoderadas, y mi background literario que se mezcla en esta nueva forma de escritura.

Personalmente pienso que el sentido del arte siempre depende mitad de quien la produce y mitad de quien la mira. Así que escuchándote hablar me parece que hay como dos dimensiones en tu trabajo. De un lado hay un gesto tradicional femenino, resignificado como un instrumento que permite desafiar un sometimiento hacia algo más de rebeldía. Parece que hay un “hilo” directo entre esta práctica de mujeres y el cuerpo de las mujeres. Y del otro lado, desde un punto de vista técnico, hay una práctica artesanal, familiar, que a veces cuesta ser reconocida como arte en su pleno sentido. ¿Qué opinas?

Carolina: Habría que agregar que el bordado también está inscrito en la historia de mi país (Chile). Durante la dictadura las mujeres hacían las arpilleras, que son como bordados, pero la verdad como patchwork, como pequeñas figuritas que cuentan lo que pasa en el mundo, es decir, por ejemplo, la violencia, la violencia policial, lo que hacía el gobierno de desaparecer los cuerpos. Y como no podían utilizar la voz, las mujeres utilizaban el bordado para denunciar estas cosas.

De otra manera, y eso es lo que yo vivo personalmente, en América latina hay culturas donde el bordado forma parte de un lenguaje, como en el caso de los tejidos indígenas que eran un lenguaje, que revelaban cosas, que permitían contar los meses cuando había que hacer la recorta de las verduras, o la siembra. Así que a través del lenguaje de los hilos podemos volver hacia algo ancestral.

Pero como mujer, con todas las opresiones que hemos vivido las mujeres, siento que el hecho de bordar también repara. Y siento que no solo me reparo a mí misma, sino que también reparo una historia. Es decir, estoy reparando, y reparando la historia misma del bordado, quizás, dándole otro valor también, transformándolo en un arte, no un arte pequeño, sino transformando el arte en el sentido de darle también el lugar que se merece.

Esto no debería sonar egocéntrico porque pienso que no soy la única, al contrario, lo que siento es que cada persona que borda, al final, está reparando también algo. 

En mi obra, por ejemplo, siempre hay corazones. Y cuando bordo un corazón, siempre pienso en los desaparecidos de Chile. Y pienso que estoy tratando de proteger el corazón de alguien que ya no está. Cuando bordo las mujeres con sus cabellos largos, siento que estoy bordando una protección. Y como ahora estoy bordando a todos los indígenas muertos, siento que estoy reparando, que estoy viendo a la Pachamama.

Y siento que para mí es importante traer el amor y la dulzura.

Y me gusta mucho cuando en las exposiciones la gente que ve los bordados me dice: “me hace tanto bien”. Tengo mucha suerte de poder hacerle bien a alguien sin tener que explicar una cantidad de cosas, solo por el hecho de intentar reparar algo, pequeñas cosas…

Evocaste mucho a Chile, así que quería preguntarte ¿de qué manera Chile o América Latina están presentes en tu proceso artístico?

Carolina: Para mí el bordado como el hilo es volver también a la filiación. Es el filo, filiación, y es muy divertido porque como hilo en francés es fil, e hilos en plural es fils, que en francés significa además hijo e hijos. Esto en el fondo hace que al bordar yo sea una hija de América Latina. Esto es inevitable. Creo que es como conectarme con lo que dejé y con lo que está allá, y que está aquí conmigo al final.

¿Sacas inspiración de otres artistas también?

Carolina: Siempre esa pregunta me conecta con Frida Kahlo. Pero es muy difícil ser una artista y no dejarse influenciar por Frida. Obviamente forma parte de mis referencias pero no es precisamente una fuente de inspiración. Generalmente me inspiro de sueños, deseos e imágenes que me atraviesan.

Para terminar, ¿puedes decirnos algo sobre las últimas exposiciones y los proyectos futuros? Carolina: La primera exposición oficial fue hace dos años en un centro cultural en Maubeuge. Luego, el año pasado fui invitada a exponer mi trabajo en el centro cultural Le QuARTier en Fresnes sur Escaut. Y este año entre marzo y mayo me contactó Dominique Cabrera para hacer parte de su exposición que tuvo lugar aquí en Lille, que se llama “Broder Déborder”. Hay muchas bordadoras que forman parte de esa exposición y ella eligió algunas personas de aquí del norte. Luego en junio expuse en una sala de exposición (Salle Edouard Pignon) en Lille también. Entre octubre y noviembre mi trabajo será expuesto en el Centro Cltural de Andenne en Bélgica y para terminar el año y comenzar el próximo entre diciembre y enero, tendré una exposición individual “Piquer au cœur” en el Museo de la Manufacture en Roubaix, que es un museo de historia del arte textil. Estoy muy feliz de exponer mi trabajo en este lugar que es muy importante dentro del arte textil.

Version française

Entretien avec l’artiste chilienne Carolina Sepúlveda
Broder des mémoires et recoudre des blessures

Entretien avec Carolina Sepúlveda, une artiste qui fait de la pratique traditionnelle de la broderie un acte de guérison et de rébellion, en réinterprétant ce geste ancestral associé à la féminité. Son travail de broderie devient une forme de réécriture d’une histoire féminine où le corps de la femme occupe une place centrale, et où les blessures de la violence sont refermées par des fils.

Pourrais-tu nous parler de ton parcours et de la façon dont tu es arrivée en France ?
Carolina : Je suis arrivée en 2005 à Lille, où je vis toujours. Au Chili, j’avais obtenu la bourse Pablo Neruda en 2003, qui est une bourse pour les jeunes poètes. J’ai publié un livre, j’ai remporté le prix des los juegos florales de Gabriela Mistral, et j’ai ensuite obtenu un poste d’assistante d’espagnol en France. Finalement, je ressens que, d’une certaine manière, la broderie est la continuité de mon écriture, et je pense qu’elle est peut-être encore plus puissante. C’est comme si le fil avait dépassé la parole, en profondeur.

Tu as donc commencé par une carrière littéraire. Comment cela a-t-il évolué vers une pratique artistique ?
Carolina :C’est un parcours qui commence avec la littérature hispano-américaine et espagnole, en accordant toujours beaucoup de valeur aux écrivaines. Le livre que j’ai publié au Chili s’appelle Antimujeres. C’est un recueil de poésie qui traite de toutes les femmes de la Bible. Je pense que cette attention pour la littérature et les femmes se traduit également dans ce que je brode. Et je brode tout ce qui implique d’être une femme dans ce monde.

La littérature féministe et celle des femmes d’Amérique latine, du Japon, de France et d’autres pays m’inspirent beaucoup dans mon travail. Je lis beaucoup d’écrivaines telles que Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik, María Luisa Bombal, Mariana Enriquez, Yoko Ogawa, Ito Ogawa, Marina Tsvetaieva, Audur Ava Olafdottir, Chloé Delaume, Virginie Despentes, Paul B. Preciado, entre autres.

Quand as-tu commencé à broder, avant de venir en France ou après ?
Carolina : J’ai découvert la broderie au sein de ma famille. Mes grands-mères brodent, tricotent, ma mère tricote, ma sœur est également artiste textile ; la broderie, c’est une affaire de famille. Ma mère dit que la première fois que j’ai pris une aiguille ou du fil, j’avais deux ans, mais elle exagère, car je n’imagine pas qu’un bébé de deux ans puisse tenir une aiguille et broder.

Je pense que c’est venu un peu plus tard, mais j’ai toujours brodé, enfant puis adolescente. Ensuite, lorsque la poésie est arrivée, j’ai arrêté de broder. Et quand je m’y suis remise, c’était presque comme si cela prenait toute la place, au point de me dépasser un peu.
Quand je brode, je parle ici du geste même de broder : prendre le fil, traverser le tissu avec l’aiguille. Dès que tu fais ce geste, tu répares déjà.

Je pense que la broderie est une sorte de révélation. Jamais je n’aurais pensé arriver à ce point où je me retrouve dans une sorte de transe avec le fil, tout en ayant l’impression que cela vient de mes mains, des mains qui prolongent une histoire de femmes ayant fait ce geste par le passé. Peut-être que je répète simplement un geste que des femmes ont reproduit depuis des générations.
Quand je donne des cours de broderie, je dis aux gens : « Nous allons broder, mais ne vous attendez pas à ce que je vous enseigne les points, ça serait ennuyeux ». Je leur dis : « Vous savez déjà broder, tout le monde sait broder, car quelqu’un dans votre famille l’a fait avant. La mémoire de la broderie est inscrite dans nos mains. Peu importe si c’est petit, grand, régulier ou irrégulier, c’est un geste naturel. »
Mais il ne faut pas oublier que la broderie, comme toutes les activités manuelles pratiquées par les femmes, telles que le tricot et d’autres, étaient aussi des moyens traditionnels de les maintenir sous contrôle.

Autrefois, lorsque les femmes se réunissaient pour broder ensemble, c’était pour garder leurs mains occupées afin qu’elles ne les utilisent pas pour autre chose, comme se toucher entre elles, se toucher elles-mêmes, ou faire d’autres choses.

Dans ma pratique de la broderie, ces deux dimensions cohabitent : celle d’une pratique traditionnelle ancestrale des femmes, que je réinterprète en représentant des femmes libres et, d’une certaine manière, autonomes, et celle de mon arrière-plan littéraire qui se mélange dans cette nouvelle forme d’écriture.

Personnellement, je pense que le sens de l’art dépend toujours moitié de cille qui le produit et moitié de cille qui le regarde. En t’écoutant, il me semble qu’il y a deux dimensions dans ton travail. D’une part, il y a un geste féminin traditionnel, réinterprété comme un outil permettant de défier une soumission et d’aller vers une forme de rébellion. Il semble qu’il y ait un “fil” direct entre cette pratique des femmes et le corps féminin. D’autre part, d’un point de vue technique, il s’agit d’une pratique artisanale, familiale, qui a parfois du mal à être reconnue comme un art à part entière. Qu’en penses-tu ?

Carolina : Il faut ajouter que la broderie est également inscrite dans l’histoire de mon pays (le Chili). Pendant la dictature, les femmes faisaient des arpilleras, qui sont comme des broderies, mais en réalité comme du patchwork, de petites figures qui racontaient ce qui se passait dans le monde, par exemple, la violence, la violence policière, ce que faisait le gouvernement en faisant disparaître les corps. Et comme elles ne pouvaient pas utiliser leur voix, les femmes utilisaient la broderie pour dénoncer ces choses.

D’une autre manière, et c’est ce que je ressens personnellement, en Amérique latine, il existe des cultures où la broderie fait partie d’un langage, comme dans le cas des tissages indigènes, qui étaient un langage révélateur, permettant de raconter les mois où il fallait récolter les légumes ou semer. Ainsi, à travers le langage des fils, nous revenons à quelque chose d’ancestral.

Mais en tant que femme, avec toutes les oppressions que nous avons vécues, je sens que le fait de broder permet aussi de réparer. Et j’ai l’impression de ne pas seulement me réparer moi-même, mais aussi de réparer une histoire. En d’autres termes, je répare, et peut-être que je répare l’histoire même de la broderie, en lui accordant une autre valeur, en la transformant en un art, pas un petit art, mais en lui donnant la place qu’il mérite.

Cela ne devrait pas paraître égocentrique, car je pense que je ne suis pas la seule. Au contraire, je pense que chaque personne qui brode répare aussi quelque chose.

Dans mon travail, par exemple, il y a toujours des cœurs. Et lorsque je brode un cœur, je pense toujours aux disparus du Chili. Je pense que j’essaie de protéger le cœur de quelqu’un qui n’est plus là. Quand je brode des femmes avec leurs longs cheveux, je sens que je brode une protection. Et maintenant que je brode tous les indigènes morts, j’ai l’impression de réparer, de rendre hommage à la Pachamama.

Je ressens que pour moi, il est important d’apporter de l’amour et de la douceur.

Et cela me plaît beaucoup quand, lors des expositions, les gens qui regardent mes broderies me disent : «Ça me fait tellement de bien». J’ai beaucoup de chance de pouvoir faire du bien à quelqu’un sans avoir à expliquer une multitude de choses, simplement en essayant de réparer quelque chose, des petites choses…

Tu as beaucoup évoqué le Chili, alors je voulais te demander : de quelle manière le Chili ou l’Amérique latine sont présents dans ton processus artistique ?
Carolina : Pour moi, la broderie, tout comme le fil, c’est aussi un retour à la filiation. C’est le fil, la filiation, et c’est très intéressant car en français, “fil” désigne à la fois le fil, mais aussi les fils, qui au pluriel signifie également “fils” et “enfants”. Cela montre qu’en brodant, je suis une fille de l’Amérique latine. C’est inévitable. Je crois que c’est une manière de me reconnecter avec ce que j’ai laissé là-bas, qui est en quelque sorte ici avec moi, au final.

Est-ce que tu t’inspires aussi d’autres artistes ?
Carolina :
Cette question me renvoie toujours à Frida Kahlo. Mais c’est très difficile d’être une artiste (femme et d’Amérique latine) et de ne pas être influencée par Frida. Elle fait évidemment partie de mes références, mais elle n’est pas ma source d’inspiration principale. Généralement, je puise mon inspiration dans mes rêves, mes désirs et des images qui me traversent.Pour conclure, peux-tu nous parler de tes dernières expositions et de tes projets futurs ?

Carolina : Ma première exposition officielle a eu lieu il y a deux ans dans un centre culturel à Maubeuge. L’année dernière, j’ai été invitée à exposer mon travail au centre culturel Le QuARTier à Fresnes-sur-Escaut. Et cette année, entre mars et mai, Dominique Cabrera m’a contactée pour participer à son exposition qui s’est tenue ici à Lille, intitulée «Broder Déborder». De nombreuses brodeuses font partie de cette exposition, et elle a choisi certaines personnes du Nord. Ensuite, en juin, j’ai exposé à la salle d’exposition Edouard Pignon à Lille également. Entre octobre et novembre, mon travail sera exposé au Centre Culturel d’Andenne en Belgique et pour terminer l’année et commencer la prochaine, entre décembre et janvier, j’aurai une exposition personnelle intitulée “Piquer au cœur” au Musée de la Manufacture à Roubaix, un musée d’histoire de l’art textile. Je suis très heureuse d’exposer mon travail dans cet endroit très important pour l’art textile.

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