Arqueología de la oscuridad
Arqueología de la oscuridad, la tercera exposición individual de Nicolás Lamas, es probablemente la que mejor muestra la madurez de su producción. Enlazando incansablemente elementos y objetos extraídos de campos dispares, Lamas explora conceptos extraídos de la biosfera y de la arqueología, o la evolución de las técnicas para analizar y comprender los fenómenos que regulan nuestro modo de vida. Esta exposición muestra la implicación total de los saber hacer técnicos en nuestra existencia y la evolución histórica de nuestra dependencia a los procesos de fabricación.
El visitante es recibido por Dark Times, una obra que se encuentra a la entrada de la galería y que consiste en dos bloques de mármol negro que aprisionan un libro con un título simbólico: L’Homme et le Temps (El hombre y el tiempo). No sin una serie de referencias (el obelisco negro del Museo Británico, el monolito de 2001, una odisea del espacio, kaaba,…) esta estela, densa y enigmática a la vez, plantea uno de los interrogantes que más se repiten en el quehacer artístico en general, y específicamente, en el de Nicolás Lamas.
En la sala de la izquierda, varias obras abordan la noción de tiempo a través de la transmisión de la información y su control, lo que siempre ha sido de suma importancia en las sociedades humanas. Controlar la información significa tener poder. Por ejemplo, Lamas compara una tablilla sumeria, que simboliza el nacimiento de la escritura en Mesopotamia hace unos 6000 años, con un fragmento de componentes informáticos que ilustran nuestra era moderna. Este trabajo abre vías de reflexión sobre el proceso de comunicación a lo largo de varios miles de años, el almacenamiento de información, los métodos de aprendizaje, la omnipotencia de la tecnología, así como la obsolescencia de las máquinas.
En este sentido, La Société du Spectacle (La Sociedad del espectáculo) es una obra icónica. Tomando prestado el título del libro de Guy Debord, la obra se compone de una cámara de vídeo que filma sus propias partes constituyentes, que han sido completamente desmanteladas hasta el más mínimo detalle antes de que pudiera observarse su mal funcionamiento. Las partes así eliminadas son filmadas y mostradas en una pantalla en tiempo real. Es una suerte de naturaleza muerta moderna, a través de la cuál Lamas nos muestra un mundo potencialmente alienado de la imagen, que registra su propia desintegración. Ese cúmulo de alambres y de cables encuentra eco en un dibujo que toma como fuente la observación del arte rupestre. Las expresiones gráficas que el hombre paleolítico producía a veces tomaban la forma de contornos de dedos o herramientas que quedaban impresas sobre la arcilla húmeda. Estas alegorías de la creación del mundo vivo son reinterpretadas aquí por Nicolás Lamas para delinear las similitudes que se pueden establecer constantemente entre ayer y hoy.
La génesis de las formas en la obra de Lamas también nace de la observación y del uso de lo ordinario, incluso de lo trivial. Muchos objetos cotidianos encarnan la evolución de su obra y sugieren interpretaciones con múltiples ramificaciones. Sus obras a veces ponen al espectador en una posición de confrontación, en la medida en que los códigos de una vida «pre-scripta» son constantemente sacudidos. El caos parece estar controlado, y el control parece caótico. Así como dos átomos pueden chocar y crear una nueva aleación, el proceso creativo que impulsa a Lamas está guiado por el encuentro casual, el ensamblaje y la anexión. Esto se puede ver en su obra Flujos posthumanos dispuestos sobre un gran pedestal en la sala de la derecha. La obra se despliega como una síntesis híbrida entre un esqueleto humano exhumado y concreciones minerales, metal fundido, tubos y cables, reproducciones en 3D, cableado eléctrico y bombillas…. Estos se revelan con respecto a las huellas de la complejidad de la vida, el poder de las herramientas y la era del futuro. ¿No podemos percibir una analogía entre el sistema nervioso de un organismo vivo y la red mundial que transmite flujos incesantes de datos?
La fragilidad de los recuerdos se pone de relieve en la sala del fondo, donde se produce un encuentro entre fotocopiadoras, máquinas recientes que ya se han tornado obsoletas, y copias de estatuas de la Antigüedad. Por un lado, la reproducción del documento escrito y, por otro, el deseo de difundir una idea para la posteridad a través de una imagen, un objeto esculpido. Entre las esculturas encontramos el filósofo, el atleta, el político (Bruto el Viejo), el arquetipo de Venus (cabeza de Venus de Milo), el sacerdote (Laocoön) y el elemento arquitectónico (Atlas). Este grupo hace énfasis en que nuestra época es paradójica, y ve la acumulación de información, que ya no es legible ni consultable en pocos años. «Al cabo de algunos siglos, la mayor parte de la información relativa a la civilización contemporánea puede haber desaparecido (…). La inmensidad del volumen de documentos generados por la actividad moderna no sólo plantea un problema de almacenamiento, sino sobre todo el de su explotación, por lo que la tecnología no ha podido avanzar al mismo ritmo que la producción» (1). Este grupo muestra las entrañas de las máquinas, diseccionadas como cuerpos; revelan correas de transmisión que se convierten en tendones, alambres tan delgados como vasos sanguíneos y cables tan gruesos como arterias. Son máquinas destripadas que parecen cuerpos mutilados.
Lamas nos está mostrando que el ser humano es un ser ultra-conectado que no solo depende de la naturaleza, sino también del avance de la tecnología y del conocimiento del tema. Para pensar el futuro de la humanidad, tal vez sería útil comprender el surgimiento de la tecnología como una etapa inevitable de la evolución natural, con todos los desarrollos potenciales que ésta conlleva.
Traducción original de Lupita
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- André Lebeau, L’engrenage de la technique, NRF, p. 115