Margarita Azurdia, Margarita Rita Rica Dinamita
Margarita Rita Rica Dinamita es uno de los varios nombres que la artista guatemalteca Margarita Azurdia (1931 – 1998) adoptó para expresar procesos de transformación personal. Esta muestra, primera en España de la artista, presenta la obra singular de una figura emblemática de espíritu inquieto, lúdico y transgresor que atraviesa el contexto artístico guatemalteco de la segunda mitad del siglo XX.
La artista inicia una metamorfosis a mediados de la década de 1960, con el nombre de Margot Fanjul. Su incursión en la plástica la lleva a cabo en la pintura informalista, decantándose por el geometrismo inspirado en los textiles indígenas guatemaltecos. En la década de 1970, las contraculturas comenzaban a ser influenciadas por las filosofías orientales, y los viajes espaciales estimularon el cuestionamiento de la existencia humana. En las artes calaba una nueva espiritualidad y Azurdia realizó en este contexto su serie de pinturas escultóricas conocida como Asta 104, con la que obtuvo una mención honorífica en la X Bienal de São Paulo en 1969. En el marco de la II Bienal de Arte Coltejer (Medellín, 1970), la artista consuma un corte circunstancial con sus exploraciones formales en curso que resulta en una primera instalación titulada Por favor quitarse los zapatos, un cubículo que invitaba al público a descalzarse para caminar sobre arena húmeda adentrándolo en una experiencia sensorial que facilitaba una desconexión espacio-temporal.
La serie de esculturas Homenaje a Guatemala (1971 – 1974) plantea un nuevo quiebre en su práctica. La artista encarga cincuenta tallas directas en madera a artesanos especializados en figuras religiosas, cuyo resultado evoca los altares de los pueblos del altiplano guatemalteco. Con objetos artesanales, figuras zoomorfas y mujeres ataviadas con parafernalias de acentos tropicales, la serie pone en evidencia el sincretismo cultural y religioso que atraviesa la compleja historia de Guatemala. Tres días después de la conclusión de la serie en 1974, Azurdia se traslada a París. En la capital francesa se impregna de los nuevos feminismos y de las corrientes de la danza posmoderna y el body art, llevando a cabo los primeros poemas, dibujos y libros de artista.
Tras ocho años de ausencia, Margarita Azurdia retorna a Guatemala en 1982. Forma un grupo de danza experimental junto a Benjamín Herrarte y Fernando Iturbide, al que llamaron Laboratorio de Creatividad. En esta nueva etapa el movimiento del cuerpo canaliza sus inquietudes, cobrando importancia su exploración en los orígenes de los rituales y las danzas sagradas. Hasta los últimos años de su vida, Azurdia continúa impartiendo talleres que profundizan en una espiritualidad basada en una filosofía de transformación y sanación personal, vinculada a la naturaleza y el medio ambiente. Esta espiritualidad queda reflejada en las pinturas, rituales y altares dedicados a la Diosa Madre que realizó en los últimos años de su vida.
De los inicios de su trabajo a la importancia de los óvalos abstractos
A principios de 1960 Margarita Azurdia se traslada a Palo Alto, California. Las visitas a museos y su asistencia a talleres libres le permiten familiarizarse con el panorama artístico local, interesándose pronto por el trabajo de los artistas que experimentaban con la abstracción y sus premisas. En 1963 regresa a Guatemala donde tiene lugar su primera exposición individual que comprende pinturas de paleta reducida en la línea del expresionismo americano y una serie de óvalos concéntricos de colores contrastados.
El óvalo es una forma recurrente en la producción temprana de Azurdia. Asociado a la cosmología, remite tanto al origen y naturaleza del universo como al lugar que las personas ocupan en el mismo. Los óvalos de series como la denominada Asta 104 se extienden en el espacio, adquiriendo simbolismos alusivos al origen de la vida y al concepto “punto omega” desarrollado por el filósofo, paleontólogo y teólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Las pinturas escultóricas tituladas Átomo, Tótem, Tríptico, Lotus y Persona son de grandes dimensiones y conforman el conjunto Asta 104 que en la X Bienal de São Paulo (1969) obtiene una mención honorífica, mostrándose posteriormente en el III Salón Independiente de México (1970). Azurdia participa en la III Bienal de Arte Coltejer (1972) con una serie de esculturas en mármol inspiradas en formas primigenias como el óvalo, entre otras. Su ensamblaje mediante pivotes concede movimiento a estas esculturas cuya rotación desafía la condición estática de la escultura convencional. Como explica la comisaria de la muestra, Rossina Cazali, “la imagen de los óvalos abstractos siempre estará presente en la obra de Azurdia ya que es una figura que le acerca a la filosofía pero también a la espiritualidad y al universo cuya influencia se verá en sus trabajos posteriores”.
La pintura geométrica con inspiraciones indígenas
Margot Fanjul no había cambiado aún de nombre cuando en 1964 comienza una serie de pinturas de gran formato denominada Geométricas. La serie incluye más de treinta lienzos de diseños sintéticos a base de rombos y líneas de colores planos fuertemente contrastados, susceptibles de generar una suerte de dinámica óptica. “Lo interesante, explica la comisaria, es que para estas pinturas Margarita Azurdia se inspira en los textiles indígenas, en sus colores y en sus formas, marcando un momento de inflexión en la trayectoria de su obra, así como en el incipiente ideario de una modernidad propiamente guatemalteca”. En 1968, los artistas Daniel Schafer y Luis Díaz, socios fundadores de la Galería DS, ofrecen a Margot una exposición, reconociendo el aporte sofisticado y novedoso de sus telas. Pocos meses después estos trabajos se mostrarán en la Galería Cisneros en Nueva York.
En plena Guerra Fría, corrientes artísticas como las denominadas internacionalismo y nuevo humanismo se disputaban el terreno discursivo en Guatemala. Azurdia, identificada con el internacionalismo, no compartía la idea de que el geometrismo era indiferente a las problemáticas que asolaban la realidad local con la que ella dialogaba con fluidez. Un ejemplo de su permeabilidad son las formas escultóricas figurativas que con el título Homenaje a Guatemala llevó a cabo a principios de 1970, en las que destaca la presencia de elementos geométricos de inspiración indígena.
Los libros de artista de Margarita Azurdia
Durante su larga estadía en París, Azurdia abrió el espectro de sus intereses a medios como la danza y el body art, así como la poesía y el dibujo. Entre 1974 y 1982 realiza varios libros de artista, entre ellos, el titulado Rencontres. Estos libros, manejables por su formato en el reducido espacio de su estudio, entremezclan imágenes y poemas. El dibujo permite a la artista rememorar episodios del pasado y dar cauce a sus vivencias e inquietudes creativas.
Rencontres comprende tres secciones y veinticinco dibujos que incluyen títulos en francés relacionados con sus experiencias parisinas y con diversas partes del cuerpo, tales como los ojos, los pulmones y la cabeza. A través de apuntes y recuerdos ligados a momentos vitales, Azurdia reflexiona sobre la vida, el dolor, las ilusiones y el misterio de la existencia. La economía del trazo y la sencillez, priman en este tipo de dibujos, una fórmula que resulta de largas horas de trabajo con la que la artista trata de expresar una suerte de universalidad. Rencontres fue presentado en la Asociación de escritoras francesas Elles tournent la page.
Azurdia se considera practicante de una ética que reivindica los lazos afectivos entre especies. Los perros con los que convivió —Canuto, Solita, Guadalupe Valdez, Lupita y Carbones— eran miembros imprescindibles de su familia. La asociación que preserva el legado de la artista toma su nombre de Milagro de Amor, su última compañera. La artista dedica a sus perros varias obras y el collage de dibujos que puede verse en esta sala.
La reinterpretación de los altares clásicos con las tradiciones guatemaltecas
La serie Homenaje a Guatemala (1971-1974) es el resultado de la interpretación de los dibujos de Azurdia realizada por artesanos en tallas directas de madera. Posteriormente la artista intervenía dichas tallas con diseños y patrones geométricos. Profusamente decoradas con elementos de ornamentación (cráneos, frutas de barro, plumas, pieles de animales, máscaras) la serie consiste en complejos montajes que evocan los altares de los pueblos del altiplano guatemalteco, haciendo hincapié en la diversidad identitaria, así como en el sincretismo cultural y religioso. Según relata Cazali “los altares en Guatemala y en otros muchos países tienen referencias a los altares clásicos de la tradición judeocristiana y católica pero en el mundo indígena todo eso se contamina con esas nuevas miradas y esos nuevos conocimientos y Azurdia reinterpreta esa riqueza de los altares creando sus propias figuras. Es una manera de integrar todos los elementos que están presentes en el altiplano guatemalteco y en la historia del país”. Algunas tallas incorporan elementos militares como fusiles y botas en alusión a los cruentos años de la guerra contrainsurgente en Guatemala. El motivo de la banana está directamente ligado a la conflictiva relación que mantuvo el país con la United Fruit Company y a las emblemáticas novelas de la “trilogía bananera” del escritor Miguel Ángel Asturias.
No se puede pasar por alto el protagonismo que las mujeres tienen en la obra de Azurdia, la mujer como heroína y guerrera portentosa.
Azurdia da por concluida la serie en 1974, mostrándola a un reducido grupo de personas. Inmediatamente después se traslada a París, donde reside hasta 1982. Azurdia no presentará la serie hasta 1993, en su casa estudio de Ciudad de Guatemala.
El trabajo introspectivo de la artista y sus primeros contactos con la danza
La serie de dibujos conocida como Recuerdos de Antigua es un recorrido introspectivo por los pliegues de la memoria, un proceso terapéutico que permite a la artista desbloquear experiencias traumáticas del pasado.
De carácter autobiográfico, la serie revisita momentos de la infancia, vínculos afectivos familiares, así como periodos de enfermedad y los entornos domésticos entre otros. La exploración espacial abarca el entorno de la pequeña ciudad de La Antigua Guatemala en 1930 y 1940, así como referencias a los años en que vivió en París. Los primeros dibujos de la serie los lleva a cabo en 1976 durante una estancia en Garrucha (Almería). La obra titulada Casa de arte, de 1992, cierra el ciclo de las pinturas autobiográficas. En esta, el deseo de Azurdia por procurar un espacio para artistas mujeres es evidente.
Asimismo, la artista realizó el libro Des flashbacks de la vie de Margarita par elle même (1980), en el que incluyó dibujos que ilustran aspectos de su vida personal, sus primeras experiencias en la danza contemporánea y algunos planos de la ciudad parisina. “Margarita Azurdia empieza en estos momentos a interesarte por el cuerpo y el movimiento corporal. Coincide en esos momentos con muchos grupos de danza experimental, lo que se denominaba danza postmoderna y empieza a explorar la importancia del movimiento y todas las posibilidades artísticas de la danza lo cobrará mayor importancia en su creación posterior”, según explica la comisaria de la muestra.
A lo largo de su trayectoria, Azurdia trabaja en numerosos libros de artista y publicaciones que abarcan su larga producción poética. Con títulos como 27 apuntes de Margarita Rita Rica Dinamita (1979), y 26 anotaciones de Margarita Azurdia (1981) la artista juega con las palabras, los ritmos a menudo disonantes y el humor.
La importancia del dibujo y la poesía en su obra
En sus primeros años en París, al habitar un pequeño apartamento, Azurdia se ve obligada a dejar atrás los proyectos de gran formato. Los libros de artista, el dibujo y la palabra escrita, son para Azurdia la opción para continuar con sus reflexiones. De entre todos los de su autoría destaca Iluminaciones. Publicado en Guatemala en el año 1993, reúne veintidós dibujos en crayón y acuarela que datan de 1989 y están acompañados de poemas, en ocasiones previamente recogidos en El libro de Margarita (1987). Como su título indica, Iluminaciones representa procesos de indagación personal. Este libro es un cierre de ciclo que deja entrever el grado de espiritualidad alcanzado por la artista, así como su profunda vinculación con la naturaleza y los seres vivos que la habitan.
Los altares y la danza sagrada dedicada a la Diosa Madre
Las últimas obras de la artista son los Altares I y II (1998) que firma con el nombre de Margarita Anastasia. Se trata de dos armarios artesanales, intervenidos con pintura y recortes de imágenes extraídas de catálogos de las propias exposiciones de la artista, así como con fragmentos de papeles decorativos y fotografías de proyectos anteriores como los rituales y ceremonias. Los altares, presentados el 17 de abril de 1998, celebran el renacer de la artista como un ser de luz. Los objetos emplazados en los entrepaños aluden a la espiritualidad de la artista, sus vínculos afectivos y recuerdos infantiles. A manera de ofrendas, los altares congregan elementos utilizados en sus rituales, tales como coronas de flores, candelas e instrumentos musicales. Ambos altares presentan en el centro figuras femeninas en talla de madera que representan a la Diosa Madre. La comisaria nos explica cómo “en su última etapa Margarita Azurdia está totalmente comprometida a la devoción a la Diosa Madre y estos altares, que son dos de sus últimas piezas, así lo reflejan. Todo está relacionado con la deidad, con lo femenino y es interesante porque los objetos que lo conforman reflejan como ese interés de Margarita por la danza se acabó convirtiendo en un interés por las danzas sagradas. Le interesaba el movimiento del cuerpo pero dedicado a una diosa, a una diosa madre, mujer”.
La rosa del papel pintado que cubre la pared es un motivo recurrente en los collages de Azurdia. Este proviene de rollos de papel utilizados originalmente para la transferencia de diseños sobre tela. El material, desechado por la industria textil, frecuentemente utilizado por la artista como material de revestimiento, fue utilizado en el escenario de uno de los rituales más emblemáticos de Azurdia denominado Ceremonia de amor a la Diosa Gaia (1994). En éste reúne a mujeres de diversas edades que desfilan entonando cánticos y música. Azurdia utilizará nuevamente este tipo de papel para las paredes de su casa estudio que acogerá más adelante el Museo Margarita Azurdia.
La serie de collages realizados en la década de 1990 incluye fragmentos de fotografías personales sacadas de pasaportes y cartillas de identidad, así como instantáneas tomadas en fotomatón que se remontan a la estancia de Azurdia en París. Lo más relevante de esta serie es, sin embargo, el repertorio de deidades femeninas que personifican la figura de la Diosa Madre. La Tierra representa la fertilidad y las energías femeninas, la naturaleza y la vida en general está en la base de formas primigenias y creencias que la sociedad patriarcal ha ido borrando a lo largo de su proceso de consolidación. La forma ovalada reaparece en los collages como repositorio primigenio.
En la década de 1990, como último gesto simbólico, Azurdia adopta el nombre de Anastasia, en memoria de la “esclava Anastasia”. Esta santa del repertorio popular brasileño se vio forzada en el siglo XVIII a portar una máscara de hierro y es venerada por sus poderes curativos.
El trabajo del Laboratorio de Creatividad
Margarita Azurdia regresa a Guatemala en 1982 tras ocho años de estancia en París. Con los artistas Benjamín Herrarte y Fernando Iturbide forma el Laboratorio de Creatividad, un colectivo multifacético que centra sus investigaciones en el movimiento del cuerpo, el origen de los rituales y las danzas sagradas, explorando el diálogo con el yo interior en estados meditativos y lúdicos. Las acciones del Laboratorio de Creatividad son pioneras en la historia de la performance en Guatemala. El registro de estas pone de manifiesto su carácter innovador y la tendencia del grupo a provocar situaciones incómodas para el público. Cualquier lugar es bueno para escenificar estas acciones: la calle, centros culturales, hoteles, teatros, cafés, portales, parques, e incluso irrumpen en exposiciones y galerías de arte sin previo aviso. Azurdia recoge en un diario trazos, caligrafías y reflexiones a desarrollar en coreografías grupales.
Aunque el Laboratorio de Creatividad se disuelve en 1995, Azurdia continúa su exploración del movimiento e imparte talleres en su casa estudio, especialmente a mujeres. Las fotografías de Irene Torrebiarte de 1996 documentan sesiones de danzas espontáneas que tuvieron lugar en el estudio de la artista y en campo abierto. El registro en video casero de varios talleres y rituales da cuenta de las dinámicas y metodologías formativas que atraviesan la práctica singular de Azurdia durante su último periodo.
Las mujeres y la naturaleza
La serie de pinturas sobre papel Recuerdos del Planeta Tierra data de inicios de 1990. Un enfoque particularmente holístico y nostálgico se desprende de estas obras. La artista representa la relación histórica de las mujeres con la naturaleza y con el planeta a través de la Diosa Gaia.
El trabajo de Azurdia de este momento se decanta por temáticas y reflexiones relacionadas con la fragilidad del medio natural y la ecología que profundiza a través de sus incontables participaciones en cursos del Omega Institute de Nueva York. Este centro se había consolidado desde 1977 en un foco contracultural para el estudio del budismo y de las filosofías que promueven la interconexión entre la mente y el cuerpo, contribuyendo a la internacionalización de una nueva espiritualidad.