Nicolás Lamas, Life of things fades into nothingness
Lo que aparece en una forma tenue, bajo sus propias condiciones, es espectral. Un espectro es:
una «cosa» que sigue siendo difícil de nombrar: ni alma ni cuerpo, y tanto lo uno como lo otro… una cosa innombrable o casi innombrable: algo, entre algo y alguien, cualquiera o cualquier cosa, alguna cosa, «esta cosa», pero esta cosa y no cualquier otra, esta cosa que nos mira, que nos concierne…
La dificultad de nombrar esta «cosa» alcanza los límites de nuestra comprensión. Porque un espectro, como nos dice Derrida, nunca se revelará a un ‘espectador’: ya sea un erudito, un lector o un experto. Los espectadores no creen en los espectros en primer lugar, y su apego a la aguda distinción entre lo real y lo irreal, lo real y lo inactual, lo vivo y lo no vivo, el ser y el no ser, el pasado y el presente, lo humano y lo no humano, lo normal y lo anormal, les impide hablar con y para los espectros. Un espectro es una «encarnación paradójica», esquiva, evanescente, incomprensible; y, sin embargo, un espectador querría comprenderlo, categorizarlo y «encuadrarlo».
Un ser es espectral en la medida en que escapa a la mirada establecida por las categorías cognitivas, los esquemas y los marcos de los que está dotado el espectador. Todos los cuerpos que desafían la visibilidad y la cognición de esa manera son espectrales: discapacitados, queer, maltrechos, cuerpos asesinados, cuerpos animales, cadáveres. Espectralizar significaría entonces aparecer en una forma que desafía la distinción entre «ser» y «no ser». Los cuerpos espectrales son difíciles de clasificar – ¿este cuerpo es masculino o femenino? ¿Es humano o no? ¿Está vivo o muerto? La aparición de los cuerpos espectrales ofrece, por lo tanto, la posibilidad de abrir el campo de la «indefensión», ya que no es necesario salvarlos, ajustarlos, normalizarlos, regularlos y mantenerlos.
Más allá de la esfera de lo humano, donde la dignidad, los valores y los derechos, la sacralidad de la vida o su protección se atribuyen a las vidas, existe otro lugar, que está ocupado por seres excluidos de las definiciones de lo humano, o por aquellos que se encuentran justo en la frontera de estas definiciones. Como consecuencia de esa exclusión, sus vidas no son vidas y sus muertes no son muertes, sino que ocupan la zona que queda entre la vida y la no-vida, la muerte y la no-muerte, lo humano y lo no-humano.
Texto de Olga Cielemecka