Post.-
Post-. es un prefijo de orígen latino que designa lo que viene después, aunque en inglés es también una palabra que sirve para designar un artículo de prensa. Como prefijo aparece una y otra vez en las narrativas de la historia anunciando el advenimiento de nuevos horizontes, cuando “lo que ha venido siendo» empieza a desvanecerse y una nueva pero incierta singularidad emerge.
Desde que se declarara el inicio del confinamiento por cuenta de la pandemia de covid-19 en marzo de 2020, la incertidumbre que caracteriza el «progreso» de la historia se ha vuelto palpable. Aunque el confinamiento ha concluido, trazar una frontera definitiva entre un antes y un después es inútil. En Francia, la experiencia del «post-confinamiento» se percibe como una experiencia provisoria, por cuenta de la amenaza de una segunda ola de contagios y la ausencia de una cura eficaz.
Otro aspecto que el «principio» y el «fin» del confinamiento ha puesto a la luz son las distintas velocidades en las que «transcurre» la historia. En efecto, aunque el confinamiento comenzó al mismo tiempo en Europa y en América latina, el final se hizo más largo e impredecible en este último. En cierto modo, dicha diferencia puede ser considerada como uno de los síntomas que revelan los niveles de desarrollo que separan ambas regiones, pero entre los especialistas de la «historia global», se ha puesto de manifiesto la necesidad de controvertir las interpretaciones homogéneas para construir miradas plurales.
En este singular momento de la historia, puede ser interesante preguntarse qué revelan las primeras exposiciones del post-confinamiento. ¿En qué tipo de lugares transcurren? ¿En qué formatos se realizan? ¿Hasta qué punto los protocolos del «distanciamiento» condicionan los protocolos curatoriales, o simplemente los impulsos dentro de los espacios de exposición? Hay una dimensión performativa innegable en este cruce de registros históricos. Trataré de trazar algúnas hipótesis de reflexión a partir de las primeras exposiciones que he visitado durante el post-confinamiento.
En este primer post post-confinamiento me referiré a la primera exposición que visité tras el encierro. Ocurrida durante el fin de semana del 4 y 5 de julio de 2020, la exposición «The Brushback Pitch: Abdul Vas & Christian Vinck» fue realizada en el estudio del artista Iván Argote en Pantin, al norte de Paris. Se trata de la sexta exposición del proyecto Persona Curada en Europa, la quinta en el gran París, ciudad en la que reside Noelia Portela, directora y fundadora de Persona Curada. En términos generales la exposición se presenta como un homenaje al equipo de beisbol de los rojos de Cincinatti por parte de dos artistas venezolanos.
Del beisbol, el juego de la «pelota desde las bases», sé realmente muy poco, aunque tuve la ocasión de jugarlo durante mi infancia en cinco o seis oportunidades. Las pinturas a cuatro manos hechas por los artistas venezolanos Christian Vinck y Abdul Vas me han hecho descubrir la naturaleza profundamente neocolonialista de este deporte, especialmente por que el uso de uniformes de cachucha, camiseta, pantalón y medias largas me parece un verdadero calvario en países de tierra caliente, como en los países del Caribe en los que este deporte norteamericano tuvo el éxito que no encontró en el resto del subcontinente. Hay una ironía en constatar que sean precisamente Venezuela y Cuba que hayan al mismo tiempo adoptado este deporte y mantenido un bloque regional antigringo.
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En los personajes de las pinturas de Vlinck & Vas existe una cierta monstruosidad, tanto a nivel figurativo, como en ese universo paradójico de la racialidad americana que, tanto los artistas como la misma curadora de la exposición, han convertido en uno de sus principales ejes de reflexión pictórica, artística y curatorial. A mi juicio, esos personajes en los que surgen formas fálicas que se confunden con los pliegues de los pantalones revierten la relación que se instaura inicialmente entre los uniforme de tierras frías y los cuerpos de tierras calientes al invocar (el fantasma) de la sexualización de los inmigrantes afroamericanos.
La visita a esta exposición me permitió visitar por primera vez el estudio del artista Iván Argote, ubicado en un hangar antiguamente destinado a una fábrica de metales, que por lo demás comparte con otros artistas y colectivos. También es la primera exposición que Argote realiza en este espacio —y que se convierte en el inicio de un proyecto sobre el cual escribiré en una próxima oportunidad. Hay que decir que la escala del lugar es muy impresionante, tanto por la altura como por la extensión gigantescas del edificio. En París resulta imposible encontrar galerías o museos que ofrezcan áreas tan amplias, aunque el mundo del arte contemporáneo ha sabido aprovechar este tipo de edificios abandonados de la «post-industrialización» para organizar eventos artísticos de gran escala.
Precisamente, me parece importante destacar aquí la existencia de una adecuación entre este tipo de edificios y la necesidad de la coyuntura mundial de promover la distancia social. Y es que el «progreso» de la economía y del urbanismo han llevado a que este tipo de grandes superficies hayan desaparecido masivamente. ¿Podríamos pensar que durante los próximos meses y años, volveremos a encontrar pequeños eventos que se realicen en grandes superficies? ¿Podría esto reorientar los proyectos de renovación urbana de los cuales forman parte muchos de estas antiguas edificaciones?
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