Assemblage #11: En communauté

Una comunidad es siempre una condición previa, a la que pertenecemos, biológica y culturalmente… Es necesario reinventar la palabra y darle otro significado y otros efectos, tener otra experiencia de comunidad: no algo a lo que pertenecemos sino un organismo que se va construyendo.
Diego Tatian

Artistas como Cisco Jiménez y Diana Aisenberg han percibido esta necesidad y por ello han arraigado su acción en comunidades que ellos mismos construyen en torno a acciones compartidas. Han trabajado, cada uno a su manera, con comunidades y redes de amistades compartiendo una obra común que trasciende la escala de lo que una persona (el artista concebido como una individualidad) puede lograr. Cada miembro de la comunidad aporta a la obra un saber hacer, una dosis de energía, una historia, que tiene lugar dentro de una realización común donde se sienten representados. La creación de una comunidad es una acción política orientada hacia el bien común, donde los participantes están ligados por el afecto.

La obra de Cisco Jiménez parte de una visión antropológica sobre un contexto determinado. Durante siglos, la ciudad de San Agustín Oapan, en el conflictivo estado de Guerrero, se ha especializado en la fabricación de utensilios y figuras de arcilla roja. Cisco propuso a las mujeres artesanas del Estado de Guerrero y Cuentepec interpretar los dibujos de los «boomboxes» de los años ochenta de acuerdo a las formas tradicionales de trabajar la arcilla en su comunidad. Estos radiocassettes pertenecen ahora a una especie de arqueología urbana, son objetos teñidos de nostalgia tanto para la clase media de las ciudades como para la periferia empobrecida. Al mismo tiempo, hacer boomboxes de terracota era para estas mujeres artesanas una transgresión a su tradición. El resultado han sido híbridos culturales que reflejan con humor los contrastes dentro de la sociedad latinoamericana y su cultura: entre el folclore y la cultura de masas, el arte de élite y la cultura popular, los monopolios del poder económico y la cultura del narcotráfico. Asimismo, los canales de distribución y venta de los productos de las comunidades indígenas que aún están fuera de los protocolos del sistema socioeconómico han sido puestos en un primer plano.

Economía de cristal, de Diana Aisenberg, es uno de sus proyectos de colaboración. Historias del Arte, diccionario de certezas e intuiciones, surge ya de una petición y un don, el de las definiciones subjetivas y particulares de las palabras elegidas en relación con el contexto de la actualidad, la práctica artística, la enseñanza, los encuentros y las amistades.

Para Economía de cristal, primero pidió a familiares y luego a grupos que donaran pequeñas piezas de joyas rotas u obsoletas que pudieran ser montadas sobre alambre. Organizó centros de recuperación y grupos de reunión en estudios de artistas, en barrios de la ciudad de Buenos Aires, y luego en cooperativas de diversas provincias de Argentina y otros países de América Latina, estableciendo vínculos sociales en torno a estas actividades. La obra se construyó sobre lazos emocionales y se concretó en el encuentro. Los materiales se transformaron en cada sesión en una investigación sobre la construcción visual y su potencial. De ahí surgió la idea de una «economía de cristal», que hace eco de la manera en que la artista entiende el arte, esto es, como «una experiencia incierta, que no puede lograr nada por sí misma».

Retomando las palabras del filósofo Diego Tatián, «el reino de la libertad es algo que cualquier criatura puede inventar, cualquiera que sea su condición, siempre y cuando lo haga con sus semejantes».

Comunicado de prensa traducido por Guillermo Vargas Quisoboni