Ecuaciones [Esculturas olfativo-acústicas]

La exposición Ecuaciones [Esculturas olfativo-acústicas] del artista cartagenero Oswaldo Maciá reúne sorprendentes instalaciones, concebidas como esculturas a partir de objetos, imágenes, sonidos y olores, una de las cuales ha sido creada expresamente para esta muestra. El proyecto representa un verdadero regalo para los sentidos, una propuesta que invita al visitante a dejarse llevar y descubrir nuevas formas de conocimiento y de entender la experiencia artística.

Oswaldo Maciá (Cartagena, Colombia, 1960) es un destacado artista multidisciplinar que se ha significado en los últimos veinte años por sus esculturas acústicas y olfativas que reflexionan sobre cómo los sentidos perciben la información del mundo exterior y cuestionan el conocimiento y la percepción.

Este artista es ante todo un escultor, como a él mismo le gusta definirse; un investigador de nuevos lenguajes y espacios de lo escultórico que cuestionan las formas de percepción asumidas desde hace siglos especialmente en el ámbito de la cultura occidental.

“De él se podría decir que no solo es un escultor al uso, sino que también es un poeta y pensador, un músico y compositor, que sitúa al espectador ante nuevos horizontes de percepción que subvierten nuestro espacio de seguridad y confort sensorial para sumergirle en apasionantes territorios ignotos de nuestros sentidos”, explica el director del CAAM, Orlando Britto Jinorio.

El concepto de ecuación, elegido por el artista para introducir este proyecto, nos ubica ante una realidad en la que varios factores deben ser siempre tenidos en cuenta.

Su propuesta comienza con la obra La fábula del viento (Fables of the wind) la obra creada expresamente para el espacio San Antonio Abad donde exhibe esta muestra. Se trata de una instalación acústica; una composición circular acusmática, que sitúa al público en el espacio alegórico del mar y el viento, el ciclo sin fin del camino de ida y de regreso, las migraciones, el comercio, el viaje de las ideas…

Cabe precisar que el término acusmático fue empleado ya por Pitágoras, para referirse al hecho de que enseñaba a sus alumnos detrás de una cortina o pantalla para que su presencia no les distrajera del contenido de sus enseñanzas.

En la planta alta del espacio expositivo del CAAM se presenta la escultura acústica y olfativa Bajo el horizonte (Under the Horizon) en la que, partiendo de un objeto del espacio doméstico como una bañera, el horizonte se convierte para el público en una exploración de carácter horizontal a través del sonido y del olor. “La inconmensurable línea del horizonte”, indica Maciá, “se ha usado para navegar de un lugar a otro, una línea donde la visión se calibra”.

En el patio que abarca las dos plantas de San Antonio Abad se presenta la obra Volucrarios (Volucrary), un tributo del artista a los tratados medievales sobre la simbología de los pájaros. La pieza consta de 10 impresiones sobre lienzo que representan aves en proceso de extinción o extinguidas, procedentes de bestiarios.

La obra está inspirada en el libro «Jardin de Santé» del médico y naturalista alemán conocido por su nombre traducido al francés Jean de Cuba (1430-1503) en el que describió más de 122 pájaros con atributos asignados por los más relevantes estudios de los clásicos. De la observación de los volucrarios podemos hoy día tomar conciencia tanto de las especies extinguidas como de las que están en peligro de desaparición.

Texto del dossier de prensa

Manifiesto por una escultura olfativo-acústica. Guía para crear una pregunta incómoda.

Como seres humanos que somos, nos gusta pensar que sabemos. ‘Lo sé’ es una expresión cómoda. No saber resulta incómodo. Es el inicio de un problema. En mi trabajo aspiro a suscitar preguntas que no puedan despacharse ni descartarse con un simple «Lo sé». Esa expresión aniquila las preguntas y es la antítesis de la creatividad o el progreso. La vista, nuestro sentido primordial, debe evitarse. El mundo visual se encuentra saturado de un simbolismo simplista, fácilmente reconocible y discutible con lo que «se sabe». La visión está llena de «lo sés».

En mi trabajo, el elemento visual debe contemplarse como un dispositivo enmarcador. La vista es el pedestal que sostiene la obra para que el público la experimente. Mi escultura llena el espacio de volúmenes de sonido y de olor. El ruido es un sonido que todavía no hemos ubicado dentro del lenguaje. La distinción entre ruido y sonido depende del conocimiento. En mis composiciones de sonido, los ruidos son llamadas animales. Quizás quienes estudien bioacústica los reconozcan y conozcan como sonidos. El olor debe detenerte y hacerte pensar. El perfume designa el olor clasificado por el lenguaje. Las moléculas olfatorias aisladas —o «notas»— de mis composiciones deben ser desconocidas, estar fuera del lenguaje.

Ninguna composición ha de responder a, o ser definida por, referencias acústicas o lingüísticas con nombre. Los títulos no son descriptivos, sino elementos materiales y táctiles de la composición que sirven también para enmarcar la obra. Son coordenadas. Los elementos de la escultura crean unos escenarios en los que la percepción pone a prueba el límite del conocimiento.

Texto de Oswaldo Maciá (1994 – 2017)