Mariela Scafati: 19 cm closer

19 centimetros

Perdí la noción de la distancia entre azules idantro cobalto, cobalto idantro, talo, ultramar, cobalto. Más allá talo. Talo con apenas blanco. Cobalto y ultramar. Ultramar y cobalto. Idantro, ultramar. Ultramar, idantro. Idantro, talo. Idantro y talo pero con apenas blanco. Idantro, ultramar. Idantro, talo. Idantro.

Cerré los ojos y señalé por capricho un número y su unidad de medida. Una unidad abarcable, aunque tal vez solo por hoy, para preguntar quién más perdió la noción de la distancia y contar que en un mundo donde todas las identidades son posibles, hay alguien que dice: soy un cuadro.

Soy yo quien dice y le sonrío a mi derecho de inventora. Medí, fabriqué y vestí, como si el arte tuviera el ejercicio de la existencia multiplicar. Aferré y sostuve cuerpos con sogas los nudos porque vulnerable la vida. Quién sabe cuál es la palabra, la orden, el desamor, el olvido que pueda estallarnos en mil partes infinitas.

Fabrique y vestí. Abrigué un cuadro con un buzo y las manos de la chica que me gusta con las mías, porque acordate: perdí la noción de la distancia. Y por esta causa, hice otras cosas también: martillé, imprimí, pinté. Até, cosí, dibujé, ordené. Desarmé, atornillé y escribí poemas a lápiz en cuadernos. Marché, reuní, abracé. Besé, baile y me quedé dormida. Viví enamorada. Conté historias. Estudié apurada. Despegué carteles de la ciudad y construí una casa. Pinté banderas. De estas prefiero las áreas a las de arrastre. Lo mejor de ellas es la altura para que, si en medio de la multitud te perdés, con los tuyos puedas reencontrarte. Serví a que las pinturas sean andamios entre cosas y a su vez a construir andamios invisibles entre una persona y otra. Hablé de mí para hablar de otres, hablé de otres para hablar. Y con ellos saqué la mesa a la vereda, la bañamos de comida. Brindamos y bebimos saludando a los vecinos mientras bajaba la noche, porque la noche siempre baja pese a la alegría. Finalmente, lloré.

Elegí un número a la suerte y una unidad de medida, reconocible de manera sencilla con una herramienta al alcance de cualquier mano, para señalar el tamaño de lo posible. Lo posible al menos por este rato, por estas letras en las que hago tiempo y me esfuerzo por contar que perdí la noción de la distancia. Por eso si hoy alguien levanta la cabeza hacia el idantro, cobalto, ultramar, talo con apenas blanco y pregunta: ¿Será el fondo del oceáno? Yo confirmo: es el fondo del océano. Y si pregunta, ¿será el telón de la noche sobre el cielo? Es el telón de la noche sobre el cielo. Pero si pregunta: ¿Serán piedras preciosas? Serán.

Quiero que sepas que siempre sonrío, incluso cuando estoy seria.

Texto: Marie Gouiric