Dans la serpiente, la primera muestra individual de Carlota Sandoval Lizarralde en París

Florencia Balaguer
04/11/2024

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La artista colombiana Carlota Sandoval Lizarralde presentó su primera muestra individual Dans la serpiente en la galería Fahmy Malinovsky del 4 de septiembre al 5 de octubre de 2024. Formada como artista visual en Francia, donde vive desde hace diez años, su obra explora la mezcla de culturas y su identidad dividida entre Colombia y Francia. Inspirada en los escritos de la filósofa y activista chicana Gloria Anzaldúa, Carlota construye un universo atravesado por su identidad dual, una mezcla que también se nota en su manera de hablar, un «frañol» que surge de manera natural captado intencionalmente en esta entrevista.

Carlota crea grandes dibujos con pasteles grasos y utiliza objetos recuperados, muchos de ellos de carácter religioso, que funcionan como refugios familiares y cotidianos conectando su obra con su infancia, un lugar-tiempo lejano pero propio. Además de sus dibujos y objetos, realiza performances y escribe, explorando, a través de distintos lenguajes, los temas de la migración, lo que se deja atrás y lo que se crea a partir de lo que falta en un nuevo entorno.

Sus obras nos invitan a un espacio íntimo, como dentro de un sueño donde todo se siente seguro y pacífico, donde lo cotidiano se transforma en un cosmos de nostalgia y memoria.

Vista del exterior de la exposición Dans la serpiente, Carlota Sandoval Lizarralde, septiembre 2024, © Daniela Ometto

1) Esta es tu primera muestra individual y me gustaría saber cómo llegaste a concebirla. Por un lado, desde un punto de vista práctico, ¿cómo se dio el contacto con las galeristas? Y por otro, en un sentido más creativo, ¿qué te inspiró para esta exposición, y especialmente en relación con la escritora Gloria Anzaldúa?

Llegué aquí gracias a Alicia, una de las galeristas. Me contactó por Instagram porque había visto mi trabajo en Le Consulat, donde estuve en residencia. Me propuso que nos viéramos. Ellas, Alicia y Ludmilla, trabajan en dúo y fueron a mi taller en la Cité des Arts, en Montmartre, les mostré mi espacio y les encantó. Después de esa primera visita, vieron mis piezas, sobre todo los dibujos, que les llamaron mucho la atención. Nos volvimos a ver y ahí fue cuando me propusieron hacer una muestra en junio de este año. Yo ya tenía otras exposiciones y estaba trabajando en varios proyectos así que les sugerí moverla para finales del verano. Fue un proceso súper orgánico y confiaron mucho en mí. La galería Fahmy Malinovsky es bastante reciente, la abrieron hace apenas un año, y esta es su cuarta exposición.

Realizamos una selección, sobre todo de los dibujos pequeños que están al fondo, que son parte de mi proyecto de grado. Después les propuse un tipo de accrochage1 algo nuevo para mí porque nunca había presentado los dibujos en formato de instalación. Siempre los había mostrado de manera más clásica, en el muro, verticales, sin interactuar tanto con el espacio. Les enseñé referencias de artistas que me gustan, como Vivian Suter, y un montaje que vi de Ser Serpas en la Bourse de Commerce. Además, yo ya tenía una pieza que se llama Ofrendas, que es una instalación con objetos suspendidos y quería llevar esa idea al dibujo presentándolo casi como si fuera una escultura para estar en esa hibridez del medio plástico, entre el dibujo y la escultura.

Hice toda la producción durante el verano y tuve las llaves de la galería durante un mes para venir con un montajista que me ayudó. Eso fue muy importante porque tuve tiempo de ensayar miles de posibilidades, algo que me pareció súper lindo de nuestra colaboración. Normalmente, en las galerías hay poco tiempo y casi siempre hay una dirección que te es impuesta que puede ser muy rígida. Pero aquí, confiaron completamente en mí. Realicé el montaje de las obras y mantuvimos una comunicación constante ajustando detalles cuando ellas regresaron. Trabajamos juntas en la parte de atrás, un segundo espacio más pequeño que inicialmente no estaba previsto. Yo le di prioridad a los grandes formatos, pero a ellas les gustaban mucho los pequeños, que también eran importantes por cuestiones de venta, porque son más accesibles. Todo el proceso se desarrolló con mucha comunicación incluso en temas de precios.

El espacio es muy chiquito, son solo 20 m², y cuatro de los dibujos miden tres metros de largo. Fue un défi2 hacer que todo encajara y funcionara, porque el espacio se llena rápidamente. La idea de la muestra era crear un lugar que fuera menos un white cube y más un refugio. Los dibujos están hechos sobre tela, lo que evoca el sentimiento del domestique3, de la casa. Cuando los doblo, lo hago como si fueran sábanas, lo que me hace pensar en gestos cotidianos que todos conocemos y hemos hecho.

Crecí en un ecosistema muy femenino, con mi mamá y, como suele ocurrir en Colombia, con una nanny que vivía con nosotros. Sé que es algo cultural que puede ser difícil de entender, pero yo crecí con una nanny que realmente me cuidó y a quien considero como una segunda mamá. Todavía mantengo contacto con ella, que ahora vive en Grecia, lo cual es muy loco. Así que, uno de los aspectos que marcó mucho mi infancia fueron todos esos gestos del ménage4. Aunque no es tan evidente en mi práctica artística, ocupa un lugar muy especial porque hay un cuidado hacia los objetos, en cómo los guardas y los transportas. Esta muestra está muy inspirada en eso.


En general, mi práctica de dibujo es muy instintiva. Hago las composiciones directamente sobre el formato, ya sea tela o papel, sin boceto previo. Siempre elijo una paleta de colores que me sirven de base y a partir de ahí creo las formas. Es como si tuvieras una caja de colores limitados y solo pudieras usar esos, porque son los únicos que tienes. Esta vez, como los dibujos son más grandes —es la primera vez que trabajo en formatos de este tipo—, dibujo en el suelo, y voy por capas como cuando haces coloriage5 coloriage[5] y voy llenando espacio por espacio. Cuando dibujo mis gestos crean divisiones y voy avanzando terreno por terreno, lo que está muy relacionado con la geografía y las fronteras. Siento que mi mente funciona así, en una conquista del dibujo.

Vista del interior de la exposición Dans la serpiente, septiembre 2024: La non-place, 2023, puerta – serie La fontera, 2021, pastel al óleo sobre papel rasgado – serie Cartografías, 2024, pastel al óleo sobre tela, Carlota Sandoval Lizarralde © Daniela Ometto

Desde hace tiempo estoy interesada en Gloria Anzaldúa. Su libro La Frontera fue el primer libro que leí y creo que es mucho más interesante leerlo en la versión en español. Usa muchas palabras del chicano, mezclando inglés y español, porque ella vivía en la frontera entre México y Estados Unidos, lo que le da un estilo muy oral. Me resulta realmente fascinante porque, para mí, su libro es completamente plástico en la forma en que utiliza las palabras, no se limita a la prosa, sino que combina prosa y poesía de una manera única.

En cuanto a su interpretación de la frontera, Anzaldúa la redefine de una manera muy simple. Ella plantea que la frontera no es solo geográfica, sino también psicológica y lingüística. Comprendí que puedes vivir en la frontera sin necesariamente ser migrante, por ejemplo, puedes estar en una frontera entre géneros. Pero lo que más me impactó de su perspectiva es que la frontera es un lugar de vacío pero también de riqueza, abundancia y posibilidades. Esto resuena mucho conmigo y con mi práctica de dibujo, que es saturada y llena de colores. Siempre tengo que llenar toda la tela, como hacen los niños. De hecho trabajo mucho con niños, y cuando no llenan toda la hoja, sienten que su dibujo no está terminado. Tengo un rapport6 naíf con el material, porque como te dije es muy instintivo. Elijo los colores no de manera realista sino por gusto, es un espacio de placer y de juego.

Cuando llegué a Francia, siento que había una especie de victimización de mi parte por el hecho de haber migrado y de haber dejado mi país, que es pobre y emergente. Claro, es triste y difícil, pero vine por elección, con un cierto privilegio, a estudiar. Esta interpretación de la frontera me permitió apropiarme del término y reconocer que estoy entre dos mundos. Aunque sí es malaisant7, también me brinda mil y un oportunidades.

Esta teoría de la frontera me hizo darme cuenta que quería explorar formas más fluidas, mostrando que las cosas no son siempre rígidas, sino que se transforman.  Por eso las telas se pueden exhibir de mil maneras, suspendidas como acá, contra las paredes, e incluso estoy considerando ponerlas en el suelo para mi próxima exposición. Son obras flexibles y maleables. En la muestra, a medida que te acercas a la instalación de la puerta, los dibujos se van superponiendo, no se ve la obra completa de inmediato sino solo la mitad y se descubre la otra mitad del otro lado. Crear estos espacios donde un dibujo se completa con otro es parte de esa exploración de fronteras donde todo se entrelaza. Además, el pastel es complicado de fijar, y cuando doblas las telas, se produce una especie de frottage8 de colores, se tocan y se deposita material de uno sobre otro. Esto ensucia el dibujo con su propia materia, lo que me interesa porque refleja el roce entre culturas y la forma en que se contaminan mutuamente.

Llevo diez años viviendo en Francia y hablo frañol, porque en mi día a día no hablo español con nadie. La mayoría de mis amigos son franceses y aprendí francés desde los tres años al haber ido al liceo francés. Francia ha estado presente en mi vida incluso cuando vivía en Colombia, por lo tanto en mi cerebro hay una contaminación de lenguas, que es un aspecto que también me atrae en mis poemas y en la escritura.

Gloria Anzaldúa inventa términos para su teoría, y uno de ellos es «nepantla», del cual hablamos en el texto curatorial. Lo describe como un lugar fértil que surge de la tristeza, de esa experiencia de dejar tu país y sentirte adoptado por el nuevo, creando así una nueva identidad. El frañol es un ejemplo de esto y lo lindo en general de su teoría es que no es nada purista, todo puede mutar. La identidad siempre es algo que está transformándose porque es una mezcla de miles de elementos. Es como cuando trabajas en Photoshop y creas capas que al juntarse, forman una sola imagen pero que puede cambiar.

Vista del interior de la exposición Dans la serpiente, septiembre 2024: La non-place, 2023, puerta – serie La fontera, 2021, pastel al óleo sobre papel rasgado – serie Cartografías, 2024, pastel al óleo sobre tela, Carlota Sandoval Lizarralde © Daniela Ometto

Lo que es interesante es que no es blanco o negro, es una escritora que se sitúa en las nuances9, y habla mucho de estar en los márgenes y en los rincones de los espacios. Por esa razón en la exposición intenté incluir detalles donde hayan dibujos un poco más escondidos para que la mirada vaya a lugares en los que normalmente no va. También, por el hecho de usar la parte trasera de la galería, que es la cocina, quise destacar un espacio que a menudo genera cierta reticencia en la gente a entrar.

Otra cosa que me interesa mucho es la cercanía del público con mis piezas. Durante momentos como la inauguración, cuando hay más gente, noto que empiezan a tener cuidado con las obras, les da miedo acercarse demasiado o pisarlas sin querer. En Ofrendas donde el espectador debe atravesar la obra directamente, a muchos le perturba tocar la pieza porque la desacraliza, aquí no es tan fuerte, pero esa idea está presente. En ciertos momentos hay personas que al pasar rozan el dibujo, y ese tacto o simplemente el hecho de estar cerca me parece importante para apreciar la pieza de otra manera, no como algo lejano, sino como algo que logras entender. ¿No te pasa en exposiciones de arte contemporáneo que no sabes cómo está hecha la pieza o cómo está colgada? Eso me perturba mucho. Entiendo, pero me gustaría que las personas al ver mi trabajo, reconozcan lo que ven: “ah, esto es madera”, “ah, esto es una tela y así está colgada”. No hay nada realmente difícil o misterioso en mis obras, al contrario, algo muy doméstico y cercano con gestos que cualquiera podría hacer. La decisión de colgar los dibujos de esta manera me hace acordar también a las tentes10 que uno hace cuando es niño. Para mí inmediatamente se crea un ambiente más cálido e íntimo en la galería.

Vista de la exposición Grande Ville, Magasins Généraux, Ofrendas-la tienda, 2024, instalación con objetos diversos, Carlota Sandoval Lizarralde © Marc Domage

2. ¿Y qué tal el título? ¿Qué te llevó a elegirlo y qué significado tiene en relación con las obras que presentás en la muestra?

El título refleja la mezcla de lenguas, incluye tanto francés como español y lo que me atrae de la serpiente, y que te recomiendo leer en Gloria Anzaldúa, es su relación con la Virgen de Guadalupe. Antes de que existiera la Virgen de Guadalupe, había una diosa llamada Coatlalopeuh, que se representa con una serpiente de muchas colas, símbolo de fertilidad, abundancia y creación. Cuando llegan los españoles a colonizar, toman muchos nombres de diosas aztecas para convertirlas en vírgenes, así que este nombre se pronuncia ‘Guadalupe’. La Virgen de Guadalupe viene de esta diosa azteca que tenía una identidad mucho más compleja.

La serpiente tiene muchas connotaciones: es un animal que te da miedo y que representa el peligro, también es el símbolo de la medicina y de la sabiduría. A mí me interesa de la serpiente su capacidad de transformarse, de mutar, de cambiar de piel y que tiene una identidad híbrida que se construye poco a poco y que es fluida. Por otro lado, estéticamente, la forma de la serpiente, con sus líneas onduladas y redondas me recuerda a las curvas que utilizo en mis dibujos, casi nunca uso líneas rectas. Por eso, la serpiente me parecía ser un símbolo adecuado para esta muestra.

Que se llame Dans la serpiente (Dentro de la serpiente), sugiere que estamos en un lugar que te encierra, que te hace sentir dentro de algo. Habla de esa sensación de estar en las entrañas de un animal y de dejarse llevar. Además, quería absolutamente que el título incluyera tanto francés como español. Para nosotras, el significado es evidente porque hablamos ambos idiomas, pero para los franceses puede resultar confuso. De hecho, hay quienes se sorprenden con el femenino de «serpiente», que en francés es masculino. Esto genera una especie de fricción para quienes no hablan español.

3) A mí, personalmente, el uso del pastel en tus obras me evoca mucho la niñez, algo que justamente mencionaste, y siento que encaja muy bien con tu búsqueda de crear un imaginario de refugio, de cuidado y de memoria familiar. ¿Por qué elegiste mostrar este medio en específico?

Si bien tengo una práctica de instalación, escritura y performance, el dibujo es donde me siento más libre, donde tengo mayores libertades. El pastel me gusta mucho porque tiene una punta redonda y es muy pegajoso. Una vez que lo aplicas, es difícil de borrar. Cuando dibujo con pastel realmente me siento como una niña.  No lo consideraría un material elegante o delicado, al ser graso te ensucia bastante y no te permite hacer trazos muy finos ni muchos detalles. Las líneas quedan un poco burdas, llenas de pequeños agujeros. De hecho, en mis dibujos hay muchos de estos blancos o espacios vacíos porque para cubrir completamente una superficie tendría que usar demasiados pasteles.

Detalle – serie Cartografías, 2024, pastel al óleo sobre tela, Carlota Sandoval Lizarralde © Daniela Ometto

Otra cosa relevante sobre el pastel es que algunas personas no lo consideran dibujo. El pastel al óleo, que es el que yo uso, es casi igual que el óleo solo que en barra. En Inglaterra, por ejemplo, las obras hechas con pastel al óleo se clasifican como pinturas, lo que me parece curioso. Para mí tampoco es tan importante entrar en una categoría, incluso me parece hasta más interesante estar entre el dibujo y la pintura. Sin embargo es una conversación recurrente en el mundo del arte porque la pintura se vende con más facilidad y a precios más altos que otros medios. Muchos coleccionistas tienden a valorar de manera diferente una obra que se considera pintura. Personalmente, prefiero llamarlos dibujos, porque la palabra “dibujo” me parece más humilde y cercana. Todo el mundo dibuja o ha hecho garabatos en algún cuaderno, ¿sabes? También me identifico más con la historia del dibujo por estar más relacionada con la escritura. En la serie Mamá, la escritura se vuelve dibujo y esa frontera entre la línea del dibujo y la línea de la escritura también me atrae.

Antes hacía dibujos sobre papel. La serie Mamá es sobre papel aunque también utilizo pastel al óleo. Esta nueva serie es sobre tela, y además en formatos mucho más grandes. En la exposición Le Vol du Quetzal que hicimos en el 6b, fue la primera vez que hice dibujos sobre tela, aunque eran la mitad del tamaño de estos y estaban mucho menos recargados, incluso habían palabras sobre las telas.  Estas obras son nuevas en el sentido de que llevé al máximo mi práctica con el pastel. Trabajar con estos grandes formatos es muy físico, las telas ocupan todo el espacio de mi salón en el suelo, de manera que fue una experiencia muy corporal para mí durante la preparación. Cuando miro los dibujos, recuerdo los días que pasé trabajando en ellos y el esfuerzo físico que representaron.

Serie Mamá, 2022, pastel al óleo sobre diferentes tipos de papeles rasgados, Carlota Sandoval Lizarralde. Cortesía de la artista

4) Hiciste una licenciatura en París, luego continuaste tus estudios en La Villa Arson en Niza, una escuela con un enfoque más alternativo y descentralizado respecto a París. Después volviste a la capital habiendo ganado el premio Pierre Cardin, otorgado por la Académie des Beaux-Arts, y ahora presentas tu primera muestra acá. ¿Te parece que para ser una artista reconocida en Francia hay que pasar por París y más específicamente por instituciones como les Beaux-Arts de París?

Hice como dijiste la fac 3 años, y siento que sí es importante hacer Beaux-Arts11, no porque realmente te aporte algo en la enseñanza sino porque la gente acá todavía está muy apegada al diploma de Beaux-Arts. Noté una gran diferencia cuando dije que estaba en una escuela de arte así mi trabajo fuera el mismo que hacía en la fac. Francia es un país que le da mucho valor a los títulos académicos y es un camino muy lineal: haces una prépa, luego una grande école12 y después consigues trabajo.

Considero que tanto la facultad como Beaux-Arts fueron complementarias para mí. En la facultad, profundicé en la historia del arte, algo que no había visto en Colombia y donde nunca tuve una formación artística. Como tenía clases solo dos días a la semana, pasaba el resto del tiempo en la biblioteca, lo que transformó mi forma de pensar. Cuando llegué a Beaux-Arts, fue todo lo opuesto, tuve todo el tiempo para experimentar y crear en un taller, cosa que nunca había tenido antes. Es otra mentalidad, aunque este enfoque práctico me encantó, había una proporción muy baja de estudios teóricos y filosóficos en comparación con la práctica, y para mí ambas áreas son totalmente complementarias. Por eso, en mi recorrido, ambas experiencias fueron importantes. Creo que debería haber más puentes entre los dos sistemas, porque sí, hay dos escuelas, les Beaux-Arts y la fac, y en función de lo que haces la gente te mira diferente.

Con La Villa Arson percibí claramente la diferencia, es una escuela muy reconocida, probablemente la mejor después de la de París gracias a sus contactos. Sin embargo, a mis ojos, tiene una visión demasiado homogénea. Por ejemplo, había pocas profesoras mujeres, ningún docente hispanohablante ni racisés13, aunque eso ha empezado a cambiar.  El hecho de estar descentralizado tiene sus pros y sus contras. Ahora lo veo como algo positivo, pero en ese momento me parecía negativo porque, como todo el mundo, quería estar en Beaux-Arts de París. La Villa Arson es una escuela pequeña, son 200 alumnos en total entonces todos se conocen y se crean buenas relaciones con los profesores. Hacíamos visitas a los talleres dos veces por semana, lo que nos daba mucho tiempo de calidad con ellos.

Para mí fue finalmente una ventaja haber estado en La Villa Arson porque lo que me asustaba un poco de Beaux-Arts de París era que estás inmediatamente expuesta al mercado del arte y a muchos profesionales, lo que hace que la gente te descubra muy joven. A esa edad yo no estaba lista, así que siento que La Villa Arson me dio cuatro años para estar fuera de ese foco, para equivocarme, hacer cosas horribles y ser estudiante, algo que en Beaux Arts de Paríses más difícil dado que ahí ya eres considerada una artista. Es ideal para quienes ya están preparados porque te lleva de una vez al estrellato, pero para otros puede ser un piège14. Es un lugar que te puede fragilizar muy fácilmente y si no estás a la altura te van a juzgar en función de eso. En mi caso, llegué a París con un premio, diplomada y nadie me conocía, lo cual generó cierto interés. En el mundo del arte, la gente está todo el tiempo buscando nuevos artistas y nuevas historias, así que venir de una escuela diferente puede despertar curiosidad. Conozco a varias personas que hicieron sus tres primeros años en La Villa Arson y luego se fueron a Beaux-Arts de París para hacer el máster. No me parece una mala idea, puede ser una combinación interesante. Siento que no hubiese hecho las cosas diferentes pero lo digo recién ahora que lo veo con distancia.

La Villa Arson es también una escuela compleja, con un enfoque muy conceptual. Por ejemplo, yo nunca dibujé en la escuela, me dediqué a hacer solo esculturas con una práctica que era algo más minimalista. Es una escuela que le da mucha importancia al discurso y nos ayudaron mucho a hablar de nuestro propio trabajo, lo cual es muy importante, pero no lo es todo, y a veces no funciona para todo el mundo. 

Para mí es muy significativo que esta muestra se realice en París porque amo esta ciudad, cada vez que paso por la Seine15 sigo maravillada. Sin embargo, creo que todo depende de lo que busques. París es clave si quieres trabajar a nivel internacional. Aquí conoces a personas de París y de muchas otras ciudades, lo que facilita crear puentes. Además, si tu objetivo es vender, París es el lugar donde hay más coleccionistas y donde surgen más oportunidades.

También hay mucha gente que se está empezando a descentralizar y eso es interesante. Hay cada vez más centros de arte en ciudades chiquitas o residencias con las que tienes que tener el permis16 porque están un poquito perdidas. Es una respuesta a lo abrumador que puede ser vivir en París, que no siempre es fácil para los artistas. Pero personalmente, vengo de Bogotá que es una ciudad con ocho millones de habitantes, entiendo que París pueda ser difícil pero también depende mucho de tu historia. Por el hecho de atravesar la ciudad en 40 minutos en bicicleta, para mí no es una ciudad gigante. Entonces todo es una cuestión de perspectiva y creo que sí les recomendaría a los artistas pasar por París.

Mi experiencia de residencia en la Cité des Arts, como también hablaste con Adrián Sosa, fue un lugar que me abrió muchas puertas. Al igual que en Beaux-Arts la percepción de la gente hacia mí cambió, comenzaron a tomarme mucho más en serio, a pesar de que estaba haciendo lo mismo. Son instancias que la gente se metió en la cabeza de que tienes que hacer, pero puedes optar por no hacerlas o hacerlas mucho más tarde y aun así réussir17. Mi muestra actual, por ejemplo, es un Solo Show que llegó más tarde, tres años después de mi diploma. Normalmente los artistas tienen su primer Solo justo al graduarse. En Contemporaines, tienen chiffres18 sobre las diferencias de oportunidades entre hombres y mujeres en el arte, los hombres suelen tener su Solo Show un año después de graduarse mientras que las mujeres tardan tres o cuatro años. Para mí, aunque llegó más tarde, esos tres años fueron muy importantes. Desde que llegué a París, noté una aceleración en mi carrera porque solo hice residencias. Pasé por La Villa Belleville, luego estuve un año en Le Consulat, después en La Cité des Arts, y ahora en Artagon. Las residencias te acompañan en el proceso, no estás sola en un taller, te conectan con coleccionistas y al pasar por procesos de selección, también te impulsan. Eso ha sido fundamental para mí porque no soy de acá, no tengo una red de contactos o familia que me conecte con personas influyentes, lo cual marca una diferencia.

5) Aunque Colombia está muy presente en tu obra, ¿cuál es tu vínculo actual con Colombia o Latinoamérica en general en el ámbito artístico? ¿Tenés planes de exponer en Latinoamérica, por ejemplo?

Si quisiera. Yo me fui a los 17 años entonces mi recuerdo de Colombia es muy íntimo y está muy relacionado con mi familia. No tengo contactos profesionales, algo que me entristece y que me gustaría construir, aunque a la distancia me resulta complicado. Además, mi familia no proviene del mundo del arte. A pesar de eso deseo hacerlo porque mi trabajo o los objetos que utilizo en mis obras, no es que hablen específicamente de Colombia pero refleja algo de Latinoamérica en sus colores y en la abundancia.

Hablar en español sobre mi trabajo, como estamos haciendo ahora, es muy importante para mí. No suelo hacerlo y noto que tengo muchos términos en francés. Puedo hablar perfectamente de mi trabajo en francés, y hasta en inglés, pero hacerlo en español, mi lengua materna, me hace sentir bien y me ayuda a crear estas conexiones. De hecho, en vista de esta exposición estoy en contacto con una chica de un museo en Colombia. Ya estoy muy instalada aquí, y mudarme por ejemplo, implicaría dejar la pertenencia que he creado. Aun así siento la necesidad de ir de viaje para allá, recargarme y, obviamente me gustaría tener una exposición. Estoy buscando maneras de crear esos vínculos, sin conocer a nadie desde París. Puse toda mi energía en este país durante los últimos diez años, y ahora estoy viendo los frutos de ese esfuerzo, puedo entonces dirigir mi energía de a poco hacia Latinoamérica.

También me gustaría hacer algo en Londres, una ciudad que también amo. Nací cerca de Londres y, aunque me fui apenas nací y no tengo nacionalidad, siempre que voy me encanta. Estoy buscando residencias y proyectos ahí porque Londres es una ciudad súper cosmopolita y llena de culturas diversas, incluso más que París. Además, no quiero perder mi inglés, siento que ya me volví tan de acá que se me olvidaron otras facetas.

Pero volviendo a la relación con Latinoamérica, me di cuenta que en París hay una gran comunidad latinoamericana. En Niza, no hablé español por cuatro años, y cuando regresé aquí, encontré una escena latinoamericana de jóvenes artistas con los que se pueden crear relaciones. Hay un espacio llamado Julio, donde muchos han mostrado sus trabajos y en octubre voy a exponer ahí con Margaux Knight. Así que algo que me ha ayudado de estar en París es esta conexión con otros artistas latinoamericanos. No es que tengamos que ser mejores amigos, pero hay una comunidad en la que puedes sentir que formas parte de algo. Creo que este es otro aspecto que ayuda al venir a París como artista latinoamericano, en comparación con otras ciudades donde probablemente haya menos. Aunque parece que cada vez hay más, de hecho en La Villa Arson yo era la única latinoamericana y, cuando me fui, llegaron unos cinco mexicanos, lo cual fue genial para seguir construyendo espacios de intercambio.

Notas

  1. La palabra francesa accrochage se refiere a la disposición y montaje de las obras de arte en el espacio expositivo. ↩︎
  2. En español, la palabra francesa défi se traduce como «desafío» o «reto». ↩︎
  3. Le domestique en francés se traduce como «lo doméstico» ↩︎
  4. La palabra francesa ménage no tiene una traducción exacta en español, es el conjunto de acciones relacionadas con las tareas domésticas. ↩︎
  5. Faire du coloriage en francés se refiere a la actividad de colorear dibujos ya trazados, una tarea comúnmente asociada con los niños. ↩︎
  6. La palabra rapport en francés se refiere a la relación o el vínculo que la persona tiene, o en este caso, que la artista tiene con el material de sus dibujos. ↩︎
  7. La palabra francesa malaisant no tiene una traducción exacta en español, describe una situación o sensación incómoda, perturbadora o que genera malestar. ↩︎
  8. Técnica artística que consiste en frotar un material sobre una superficie texturizada para transferir su patrón. En este contexto, se refiere a la interacción de colores que ocurre al doblar las telas y permitir que se toquen y mezclen. ↩︎
  9. Se refiere aquí a estar en un estado de sutilidad, complejidad o ambigüedad, lo que implica que hay diferentes facetas o aspectos de una situación que deben considerarse. ↩︎
  10. Tentes en francés se traduce como «carpas» utilizadas comúnmente para dormir en campings o al exterior. ↩︎
  11. Fac se refiere en francés a «facultad», dentro de instituciones académicas de las universidades. ↩︎
  12. La grande école, traducido como «gran escuela», se refiere a un tipo de institución de enseñanza superior en Francia que suele ser más prestigiosa y difícil de acceder que las universidades. Para ingresar a ellas, existen las prépas, programas preparatorios diseñados específicamente para alistar a los estudiantes para entrar en estas escuelas. La Escuela Superior de Bellas Artes de Paris, acá mencionada como les Beaux-Arts de Paris hace parte de las grandes escuelas de arte francesas. ↩︎
  13. Forma de denominar, en francés, a personas que son afectadas por cuestiones de racismo y discriminación. ↩︎
  14. La palabra francesa piège se traduce al español como «trampa» o que quede atrapado en una situación desfavorable. ↩︎
  15. Se refiere al río Sena, en francés es un sustantivo femenino. ↩︎
  16. Se refiere a “le permis B” es el permiso necesario para poder conducir un auto en Francia. ↩︎
  17. Réussir en francés se define como obtener buenos resultados o tener éxito. ↩︎
  18. Chiffres en francés se traduce literalmente como «números». Dependiendo del contexto, como es el caso acá, también puede referirse a «cifras» o «estadísticas». ↩︎

Version française, traduction originale

Dans la serpiente, la première exposition personnelle de Carlota Sandoval Lizarralde à Paris

Entretien réalisé par Florencia Balaguer

L’artiste colombienne Carlota Sandoval Lizarralde a présenté sa première exposition personnelle Dans la serpiente à la galerie Fahmy Malinovsky du 4 septembre au 5 octobre 2024. Formée comme artiste visuelle en France, où elle vit depuis dix ans, son travail explore le mélange des cultures et son identité divisée entre la Colombie et la France. Inspirée par les écrits de la philosophe et activiste chicano Gloria Anzaldúa, Carlota construit un univers traversé par sa double identité, un mélange qui se manifeste également dans sa façon de parler, un « frañol » qui vient naturellement et qui est intentionnellement capturé dans cet entretien.

Carlota réalise de grands dessins au pastel gras et utilise des objets récupérés, souvent à caractère religieux, qui fonctionnent comme des abris familiers et quotidiens, reliant son travail à son enfance, un lieu-temps lointain mais qui est le sien. Outre ses dessins et ses objets, elle réalise des performances et écrit, explorant, à travers différentes langues, les thèmes de la migration, de ce qui est laissé derrière soi et de ce qui est créé à partir de ce qui manque dans un nouvel environnement.

Ses œuvres nous invitent dans un espace intime, comme dans un rêve où tout semble sûr et paisible, où le quotidien se transforme en un cosmos de nostalgie et de mémoire.

1) Il s’agit de ta première exposition personnelle et j’aimerais savoir comment tu l’as conçue. D’une part, d’un point de vue pratique, comment es-tu entrée en contact avec les galeristes ? D’autre part, d’un point de vue plus créatif, qu’est-ce qui t’a inspiré pour cette exposition, et plus particulièrement en relation avec l’écrivaine Gloria Anzaldúa ?

Je suis arrivée ici grâce à Alicia, l’un des galeristes. Elle m’a contactée sur Instagram car elle avait vu mon travail au Consulat, où j’étais en résidence. Elle  m’a proposé de nous rencontrer. Elles, Alicia et Ludmilla, travaillent en duo et elles sont venues dans mon atelier à la Cité des Arts à Montmartre, je leur ai montré mon espace et elles ont adoré. Après cette première visite, elles ont vu mes œuvres, surtout les dessins, qui les ont beaucoup intéressées. Nous nous sommes revus et c’est là qu’elles m’ont proposé de faire une exposition en juin de cette année. J’avais déjà d’autres expositions et je travaillais sur divers projets, j’ai donc proposé de déplacer l’exposition à la fin de l’été. C’était un processus très organique et elles m’ont fait confiance. La galerie Fahmy Malinovsky est toute récente, elle a ouvert ses portes il y a tout juste un an et il s’agit de leur quatrième exposition.

Nous avons fait une sélection, surtout des petits dessins qui se trouvent au fond, et qui font partie de mon projet de diplôme. Ensuite, je leur ai proposé un type d’accrochage un peu nouveau pour moi, car je n’avais jamais présenté mes dessins sous forme d’installation. Je les avais toujours montrés de façon plus classique, sur le mur, à la verticale, sans beaucoup d’interaction avec l’espace. Je leur ai montré des références d’artistes que j’apprécie, comme Vivian Suter, ainsi qu’une installation que j’ai vue de Ser Serpas à la Bourse de Commerce. En plus, j’avais déjà une pièce qui s’appelle Ofrendas, une installation avec des objets suspendus, et je voulais transposer cette idée au dessin, en le présentant presque comme une sculpture pour explorer cette hybridité du médium plastique, entre le dessin et la sculpture.

J’ai fait toute la production pendant l’été et j’ai eu les clés de la galerie pendant un mois pour venir avec un régisseur qui m’a aidé. C’était très important parce que j’ai eu le temps d’essayer des milliers de possibilités, ce que j’ai trouvé très agréable dans notre collaboration. Normalement, dans les galeries, on dispose de peu de temps et il y a presque toujours une direction qui t’est imposée, ce qui peut être très rigide. Mais ici, elles m’ont fait entièrement confiance. J’ai installé les œuvres et nous étions en communication constante, ajustant les détails à leur retour. Nous avons travaillé ensemble à l’arrière, dans un deuxième espace plus petit qui n’était pas initialement prévu. J’ai donné la priorité aux grands formats, mais elles aimaient beaucoup les petits, qui étaient également importants pour des raisons de vente, car ils sont plus accessibles. Tout le processus s’est déroulé avec beaucoup de communication, même en termes de prix.

L’espace est très petit, il fait seulement 20 m², et quatre des dessins mesurent trois mètres de long. C’était un défi de tout faire tenir et fonctionner, car l’espace se remplit rapidement. L’idée de l’exposition était de créer un lieu qui soit moins un white cube et plus un refuge. Les dessins sont réalisés sur du tissu, ce qui évoque le sentiment du domestique, tout ce qui est en rapport avec la maison. Quand je les plie, je le fais comme s’il s’agissait de draps, ce qui me fait penser à des gestes quotidiens que nous connaissons tous et que nous avons tous faits.

J’ai grandi dans un écosystème très féminin, avec ma mère et, comme c’est souvent le cas en Colombie, avec une nounou qui vivait avec nous. Je sais que c’est une chose culturelle qui peut être difficile à comprendre, mais j’ai grandi avec une nounou qui s’est vraiment occupée de moi et que je considère comme une deuxième maman. Je suis toujours en contact avec elle, qui vit maintenant en Grèce, ce qui est fou. Donc, l’un des aspects qui a vraiment marqué mon enfance, ce sont tous ces gestes du ménage. Même si ce n’est pas aussi évident dans ma pratique artistique, cela occupe une place très spéciale parce qu’il y a un soin pour les objets, la façon dont on les stocke et dont on les transporte. Cette exposition s’inspire beaucoup de cela.

En général, ma pratique de dessin est très instinctive. Je réalise les compositions directement sur le support, que ce soit du tissu ou du papier, sans croquis préalable. Je choisis toujours une palette de couleurs que j’utilise comme base et à partir de là, je crée les formes. C’est comme si tu avais une boîte de couleurs limitées et que tu ne pouvais utiliser que celles-ci, car ce sont les seules que tu as. Cette fois-ci, comme les dessins sont plus grands  — c’est la première fois que je travaille dans ce type de formats —, je dessine sur le sol, et je procède par couches comme quand on fait du coloriage et je remplis espace par espace. Quand je dessine, mes gestes créent des divisions et j’avance terrain par terrain, ce qui est très lié à la géographie et aux frontières. J’ai l’impression que je fonctionne comme ça, dans une conquête du dessin.

Depuis longtemps, je suis intéressée par Gloria Anzaldúa. Son livre La Frontera a été le premier que j’ai lu et je pense qu’il est beaucoup plus intéressant de lire sa version espagnole. Elle utilise beaucoup de mots chicanos, mélangeant l’anglais et l’espagnol, parce qu’elle a vécu à la frontière entre les États-Unis et le Mexique, ce qui lui donne un style très oral. C’est vraiment fascinant parce que, pour moi, son livre est complètement plastique dans la façon dont elle utilise les mots, elle ne se limite pas à la prose, mais combine prose et poésie d’une manière unique.

Quant à son interprétation de la frontière, Anzaldúa la redéfinit de manière très simple. Elle soutient que la frontière n’est pas seulement géographique, mais aussi psychologique et linguistique. J’ai compris que l’on peut vivre à la frontière sans être nécessairement un migrant, par exemple, on peut être à la frontière entre les genres. Mais ce qui m’a le plus frappé dans sa perspective, c’est que la frontière est un lieu de vide, mais aussi de richesse, d’abondance et de possibilités. Cela résonne beaucoup avec moi et ma pratique du dessin, qui est saturée et pleine de couleurs. Je dois toujours remplir toute la toile, comme le font les enfants. En fait, je travaille beaucoup avec des enfants, et lorsqu’ils ne remplissent pas toute la feuille, ils ont l’impression que leur dessin n’est pas terminé. J’ai un rapport naïf avec le matériau, parce que, comme je te l’ai dit, c’est très instinctif. Je choisis les couleurs non pas de manière réaliste mais par goût, c’est un espace de plaisir et de jeu.

Lorsque je suis arrivée en France, j’ai ressenti une sorte de victimisation du fait que j’avais émigré et quitté mon pays, qui est pauvre et émergent. Bien sûr, c’est triste et difficile, mais je suis venue par choix, avec un certain privilège, pour étudier. Cette interprétation de la frontière m’a permis de m’approprier du terme et de reconnaître que je suis entre deux mondes. C’est certes malaisant, mais cela m’offre aussi mille et une opportunités.

Cette théorie de la frontière m’a fait prendre conscience que je voulais explorer des formes plus fluides, montrer que les choses ne sont pas toujours rigides, mais qu’elles se transforment. C’est pourquoi les toiles peuvent être exposées de mille façons, suspendues comme ici, contre les murs, et j’envisage même de les mettre au sol pour ma prochaine exposition. Ce sont des œuvres flexibles et malléables. Dans l’exposition, en s’approchant de l’installation de la porte, les dessins se superposent, on ne voit pas tout de suite l’œuvre entière mais seulement une moitié, puis on découvre l’autre moitié de l’autre côté. Créer ces espaces où un dessin est complété par un autre fait partie de cette exploration des frontières où tout est imbriqué. De plus, le pastel est compliqué à fixer, et quand on plie les toiles, il y a une sorte de frottage de couleurs, elles se touchent et déposent de la matière de l’une sur l’autre. Cela salit le dessin avec sa propre matière, ce qui m’intéresse car cela reflète la friction entre les cultures et la manière dont elles se contaminent mutuellement.

Je vis en France depuis dix ans et je parle frañol parce que je ne parle espagnol avec personne au quotidien. La plupart de mes amis sont français et j’ai appris le français dès l’âge de trois ans en allant au lycée français. La France a été présente dans ma vie même lorsque je vivais en Colombie, donc dans mon cerveau, il y a une contamination de langues, un aspect qui m’attire également dans mes poèmes et dans l’écriture.

Gloria Anzaldúa invente des termes pour sa théorie, et l’un d’entre eux est « nepantla », dont nous parlons dans le texte curatorial. Elle le décrit comme un lieu fertile qui émerge de la tristesse, de cette expérience de quitter son pays et de se sentir adopté par le nouveau, créant ainsi une nouvelle identité. Le frañol en est un exemple et la beauté de sa théorie en général est qu’elle n’est pas du tout puriste, tout peut muter. L’identité est toujours quelque chose qui se transforme parce qu’elle est un mélange de milliers d’éléments. C’est comme quand tu travailles sur Photoshop et que tu crées des couches qui, en se combinant, forment une seule image mais qui peut changer.

Ce qui est intéressant, c’est que ce n’est ni noir ni blanc, c’est une écrivaine qui se situe dans les nuances et parle beaucoup d’être aux marges et dans les recoins des espaces. Pour cette raison, dans l’exposition, j’ai essayé d’inclure des détails où il y a des dessins un peu plus cachés, pour que le regard aille vers des endroits où il ne va pas normalement.De plus, en utilisant l’arrière de la galerie, qui est la cuisine, je voulais mettre en avant un espace qui suscite souvent une certaine réticence chez les gens à entrer.

Une autre chose qui m’intéresse beaucoup, c’est la proximité du public avec mes œuvres. Lors de moments comme le vernissage, quand il y a plus de monde, je remarque que les gens commencent à faire attention aux œuvres, qu’ils ont peur de s’approcher trop ou de marcher dessus involontairement. Dans Ofrendas, où le spectateur doit traverser directement l’œuvre, beaucoup sont perturbés à l’idée de toucher la pièce parce qu’ils pensent que cela la désacralise. Ici, ce n’est pas aussi fort, mais cette idée est présente. À certains moments, il y a des personnes qui, en passant, frôlent le dessin, et ce contact, ou simplement le fait d’être proche, me semble important pour apprécier la pièce d’une manière différente, non pas comme quelque chose de lointain, mais comme quelque chose que l’on parvient à comprendre. Ça ne t’arrive pas dans des expositions d’art contemporain, de ne pas savoir comment une œuvre est faite ou comment elle est accrochée ? Ça me perturbe beaucoup. Je comprends, mais j’aimerais que les gens, en voyant mon travail, reconnaissent ce qu’ils voient : « ah, ça c’est du bois », « ah, ça c’est un tissu, et il est accroché comme ça ». Il n’y a rien de vraiment difficile ou mystérieux dans mes œuvres, au contraire, c’est quelque chose de très domestique et proche, avec des gestes que n’importe qui pourrait faire. La décision de suspendre les dessins de cette manière me rappelle aussi à des tentes qu’on fait quand on est enfant. Pour moi, cela crée immédiatement une ambiance plus chaleureuse et intime dans la galerie.

2) Et le titre ? Qu’est-ce qui t’a poussé à le choisir et quel est son sens en lien avec les œuvres que tu présentes dans l’exposition ?

Le titre reflète le mélange des langues, il inclut à la fois le français et l’espagnol. Ce qui m’attire chez le serpent – et que je te recommande de lire chez Gloria Anzaldúa – c’est son lien avec la Vierge de Guadalupe. Avant l’apparition de la Vierge de Guadalupe, il y avait une déesse appelée Coatlalopeuh, représentée avec un serpent à plusieurs queues, symbole de fertilité, d’abondance et de création. Lorsque les Espagnols arrivent pour coloniser, ils transforment de nombreux noms de déesses aztèques pour en faire des vierges, et ce nom est alors prononcé «Guadalupe». La Vierge de Guadalupe vient de cette déesse aztèque qui avait une identité bien plus complexe.

Le serpent porte de nombreuses connotations : c’est un animal qui fait peur et qui représente le danger, mais aussi un symbole de la médecine et de la sagesse. Ce qui m’intéresse moi chez le serpent, c’est sa capacité à se transformer, à muter, à changer de peau, et son identité hybride qui se construit petit à petit, de manière fluide. Par ailleurs, esthétiquement, la forme du serpent, avec ses lignes ondulées et arrondies, me rappelle les courbes que j’utilise dans mes dessins, où je n’emploie presque jamais de lignes droites. C’est pourquoi le serpent m’a semblé être un symbole approprié pour cette exposition.

Que l’exposition s’intitule Dans la serpiente (Dans le serpent) suggère que nous sommes dans un lieu qui nous enferme, qui nous fait sentir à l’intérieur de quelque chose. Cela évoque cette sensation d’être dans les entrailles d’un animal et de se laisser porter. En plus, je tenais absolument à ce que le titre inclut à la fois le français et l’espagnol. Pour nous, le sens est évident puisque nous parlons les deux langues, mais pour les Français, cela peut être confus. En effet, certains sont surpris par le féminin de « serpiente », alors qu’en français, le mot « serpent » est masculin. Cela crée une sorte de friction pour ceux qui ne parlent pas espagnol.

3) Pour moi, l’utilisation du pastel dans ton travail évoque l’enfance, ce que tu viens de mentionner, et je trouve que cela correspond très bien à ta recherche de créer un imaginaire de refuge, de soin et de mémoire familiale. Pourquoi as-tu choisi de montrer ce médium en particulier ?

Bien que j’aie une pratique de l’installation, d’écriture et de performance, c’est dans le dessin que je me sens le plus libre, où j’ai le plus de liberté. J’aime beaucoup le pastel parce qu’il a une pointe arrondie et qu’il est très collant. Une fois appliqué, il est difficile à effacer. Lorsque je dessine au pastel, je me sens vraiment comme un enfant. Je ne le considérerais pas comme un matériau élégant ou délicat, étant gras, il salit beaucoup et ne permet pas de faire des traits très fins ou très détaillés. Les lignes sont un peu grossières, pleines de petits trous. En fait, dans mes dessins, il y a beaucoup de ces blancs ou de ces espaces vides parce que pour couvrir complètement une surface, je devrais utiliser trop de pastels.

Un autre aspect important du pastel est que certaines personnes ne le considèrent pas comme un dessin. Le pastel à l’huile, que j’utilise, est presque identique à la peinture à l’huile, mais sous forme de bâton. En Angleterre, par exemple, les œuvres réalisées avec des pastels à l’huile sont classées comme des peintures, ce que je trouve curieux. Pour moi, il n’est pas très important de rentrer dans une catégorie, je trouve même cela plus intéressant d’être entre le dessin et la peinture. Cependant, il s’agit d’une conversation récurrente dans le monde de l’art, car la peinture se vend plus facilement et à des prix plus élevés que les autres médiums. De nombreux collectionneurs ont tendance à évaluer différemment une œuvre considérée comme une peinture. Personnellement, je préfère les appeler dessins, car je trouve le mot “dessin” plus humble et plus proche. Tout le monde dessine ou a griffonné dans un carnet, tu sais? Je m’identifie aussi davantage à l’histoire du dessin parce qu’elle est plus liée à l’écriture. Dans la série Mamá, l’écriture devient dessin et cette frontière entre la ligne du dessin et la ligne de l’écriture m’attire également.

Avant, je faisais des dessins sur papier. La série Mamá est sur papier même si j’utilise aussi du pastel à l’huile. Cette nouvelle série est sur toile et dans des formats beaucoup plus grands. Dans l’exposition Le Vol du Quetzal que nous avons faite au 6b, c’était la première fois que je faisais des dessins sur toile, bien qu’ils étaient la moitié de la taille de ceux-ci et beaucoup moins chargés, il y avait même des mots sur les toiles. Ces œuvres sont nouvelles dans le sens où j’ai poussé ma pratique du pastel au maximum. Travailler avec ces grands formats est très physique, les toiles occupent tout l’espace du sol de mon salon ce qui a été une expérience très corporelle pour moi pendant la préparation. Quand je regarde les dessins, je me souviens des jours que j’ai passés à travailler dessus et de l’effort physique qu’ils ont représenté.

4) Tu as fait tes études à Paris, puis tu les as poursuivies à La Villa Arson à Nice, une école plus alternative et décentralisée par rapport à Paris. Puis tu es revenu dans la capitale après avoir obtenu le prix Pierre Cardin, attribué par l’Académie des Beaux-Arts, et tu y présentes aujourd’hui ta première exposition. Penses-tu que pour être un.e artiste reconnu en France, il faut passer par Paris et plus particulièrement par des institutions telles que les Beaux-Arts de Paris ?

J’ai fait comme tu l’a dit les trois années de fac, et je pense qu’il est effectivement important de faire les Beaux-Arts, non pas parce que cela apporte vraiment quelque chose en termes d’enseignement, mais parce que les gens ici sont encore très attachés au diplôme des Beaux-Arts. J’ai remarqué une grande différence lorsque j’ai dit que j’étais dans une école d’art même si mon travail était le même que celui que j’avais fait à la fac. La France est un pays qui accorde beaucoup de valeur aux diplômes académiques et c’est un parcours très linéaire : tu fais une prépa, puis une grande école et ensuite tu trouves un emploi.

Je considère que la fac et les Beaux-Arts ont été complémentaires pour moi. À la fac, je me suis plongée dans l’histoire de l’art, quelque chose que je n’avais pas étudié en Colombie où je n’avais jamais eu de formation artistique. Comme j’avais des cours seulement deux jours par semaine, je passais le reste du temps à la bibliothèque, ce qui a transformé ma façon de penser. Lorsque je suis arrivé aux Beaux-Arts, c’était tout le contraire, j’avais tout le temps pour expérimenter et créer dans un atelier, que je n’avais jamais eu avant. C’est une autre mentalité, même si j’ai adoré cette approche pratique, il y avait une très faible proportion d’études théoriques et philosophiques par rapport à la pratique, et pour moi les deux domaines sont totalement complémentaires. C’est pourquoi, dans mon parcours, les deux expériences ont été importantes. Je pense qu’il devrait y avoir plus de passerelles entre les deux systèmes, parce que oui, il y a deux écoles, les Beaux-Arts et la fac, et en fonction de ce que tu fais, les gens te regardent différemment.

Avec La Villa Arson, j’ai bien perçu la différence, c’est une école très reconnue, probablement la meilleure après celle de Paris grâce à ses contacts. Cependant, à mes yeux, elle a une vision trop homogène. Par exemple, il y avait peu d’enseignantes femmes, pas de professeurs hispanophones ou racisés, quoique cela commence à changer. La décentralisation a ses avantages et ses inconvénients. Aujourd’hui, je le vois comme un aspect positif, mais à l’époque, il me semblait négatif parce que, comme tout le monde, je voulais être aux Beaux-Arts de Paris. La Villa Arson est une petite école, il y a 200 élèves au total, donc tout le monde se connaît et de bonnes relations se créent avec les professeurs. Nous visitions des ateliers deux fois par semaine, ce qui nous a permis de passer beaucoup de temps avec eux.

Pour moi, avoir été à La Villa Arson a finalement été un avantage, car ce qui m’effrayait un peu aux Beaux-Arts de Paris, c’est que tu es immédiatement exposée au marché de l’art et à de nombreux professionnels, ce qui fait que les gens te découvrent très jeune. À cet âge, je n’étais pas prête, alors je sens que La Villa Arson m’a donné quatre ans pour être en dehors de ce regard, pour faire des erreurs, faire des choses horribles et rester étudiante, ce qui est plus difficile aux Beaux-Arts de Paris où tu es déjà considérée comme une artiste. C’est idéal pour ceux qui sont déjà prêts, car ils te mènent tout de suite à la renommé, mais pour d’autres, cela peut être un piège. C’est un endroit qui peut facilement te fragiliser, et si tu n’es pas à la hauteur, tu vas être jugée en fonction de ça. Dans mon cas, je suis arrivée à Paris avec un prix, diplômée, et personne ne me connaissait, ce qui a suscité un certain intérêt. Dans le monde de l’art, les gens sont tout le temps à la recherche de nouveaux artistes et de nouvelles histoires, donc venir d’une école différente peut éveiller la curiosité. Je connais plusieurs personnes qui ont passé leurs trois premières années à La Villa Arson puis sont allées aux Beaux-Arts de Paris pour faire leur master. Je ne pense pas que ce soit une mauvaise idée, cela peut être une combinaison intéressante. Je sens que je n’aurais pas fait les choses différemment, mais je le dis maintenant avec un peu de recul.

La Villa Arson est aussi une école complexe, avec une approche très conceptuelle. Par exemple, je n’ai jamais dessiné à l’école, je me suis consacrée uniquement à faire des sculptures dans une pratique plutôt minimaliste. C’est une école qui accorde beaucoup d’importance au discours, et on nous a beaucoup aidés à parler de notre propre travail, ce qui est essentiel, mais pas suffisant, et parfois cela ne fonctionne pas pour tout le monde.

Pour moi, c’est très significatif que cette exposition ait lieu à Paris, car j’adore cette ville, chaque fois que je passe devant la Seine, je continue d’être émerveillée. Je pense, tout de même, que tout dépend de ce que tu recherches. Paris est essentiel si tu veux travailler à un niveau international. Ici, tu rencontres des gens de Paris et de nombreuses autres villes, ce qui facilite la création de liens. De plus, si ton objectif est de vendre, Paris est l’endroit où se trouvent le plus de collectionneurs et où les opportunités sont les plus nombreuses.

Il y a aussi beaucoup de personnes qui commencent à se décentraliser, et c’est intéressant. Il y a de plus en plus de centres d’art dans des petites villes ou des résidences où il faut avoir le permis pour y aller car elles sont un peu perdues. C’est une réponse à ce que vivre à Paris peut avoir d’accablant, ce qui n’est pas toujours facile pour les artistes. Mais personnellement, venant de Bogotá, une ville de huit millions d’habitants, je comprends que Paris puisse être difficile, mais cela dépend aussi de ton parcours. Le fait de pouvoir traverser la ville en 40 minutes à vélo fait que pour moi, ce n’est pas une ville géante. Donc, tout est une question de perspective, et je crois que oui, je recommanderais aux artistes de passer par Paris.

Ma résidence à la Cité des Arts, comme tu en as parlé avec Adrián, a été un endroit qui m’a ouvert de nombreuses portes. Comme aux Beaux-Arts, la perception des gens envers moi a changé, ils ont commencé à me prendre beaucoup plus au sérieux, même si je faisais la même chose qu’avant. Ce sont des étapes que les gens ont en tête comme étant nécessaires, mais tu peux choisir de ne pas les faire ou de les faire bien plus tard, et réussir quand même. Mon exposition actuelle, par exemple, est un Solo show qui est arrivé plus tard, trois ans après mon diplôme. Normalement, les artistes ont leur premier Solo Show juste après l’obtention de leur diplôme. Contemporaines a des chiffres sur les différences d’opportunités entre hommes et femmes dans l’art ; les hommes présentent souvent leur premier Solo show un an après leur diplôme, tandis que les femmes prennent trois ou quatre ans. Pour moi, même si c’est arrivé plus tard, ces trois ans ont été très importants. Depuis mon arrivée à Paris, j’ai remarqué une accélération dans ma carrière, parce que je n’ai fait que des résidences. J’ai été à La Villa Belleville, puis j’ai passé un an au Consulat, ensuite à la Cité des Arts, et maintenant à Artagon. Les résidences t’accompagnent dans le processus, tu n’es pas seule dans un atelier, en passant par des processus de sélection, elles te propulsent aussi. Cela a été essentiel pour moi, car je ne suis pas d’ici, je n’ai pas de réseau de contacts ou de famille pour me connecter avec des personnes influentes, ce qui fait une réelle différence.

5) Bien que la Colombie soit très présente dans ton œuvre, quel est ton lien actuel avec la Colombie ou l’Amérique latine en général dans le domaine artistique ? As-tu des projets pour exposer en Amérique latine, par exemple ?

J’aimerais beaucoup. Je suis partie à 17 ans, donc mes souvenirs de la Colombie sont très intimes et liés à ma famille. Je n’ai pas de contacts professionnels là-bas, ce qui me rend un peu triste et que j’aimerais construire, même si la distance le rend compliqué. En plus, ma famille ne vient pas du milieu de l’art. Malgré tout, j’ai envie de le faire, car mon travail et les objets que j’utilise dans mes œuvres ne parlent pas spécifiquement de la Colombie, mais ils reflètent quelque chose de l’Amérique latine à travers leurs couleurs et leur abondance.

Parler de mon travail en espagnol, comme on le fait maintenant, est très important pour moi. Je ne le fais pas souvent et je remarque que j’ai beaucoup de termes en français. Je peux parfaitement parler de mon travail en français, et même en anglais, mais le faire en espagnol, ma langue maternelle, me fait du bien et m’aide à créer ces connexions. En fait, pour cette exposition, je suis en contact avec une femme d’un musée en Colombie. Je suis déjà bien installée ici, et déménager impliquerait de laisser derrière moi le sentiment d’appartenance que j’ai construit. Malgré cela, je ressens le besoin d’y aller pour me recharger et, bien sûr, j’aimerais beaucoup y exposer. Je cherche des moyens de créer ces liens sans connaître grand monde depuis Paris. J’ai investi toute mon énergie dans ce pays ces dix dernières années et maintenant que je vois les fruits de cet effort, je peux commencer à diriger mon énergie peu à peu vers l’Amérique latine.

J’aimerais aussi faire quelque chose à Londres, une ville que j’adore également. Je suis née près de Londres et, même si j’ai quitté cet endroit peu après ma naissance et que je n’ai pas la nationalité, j’aime chaque visite là-bas. Je recherche des résidences et des projets dans cette ville parce que Londres est extrêmement cosmopolite et remplie de cultures diverses, encore plus que Paris. En plus, je ne veux pas perdre mon anglais, j’ai l’impression d’être devenue tellement française que j’en oublie d’autres facettes de moi-même.

Pour revenir à ma relation avec l’Amérique latine, je me suis rendue compte qu’il y a une grande communauté latino-américaine à Paris. À Nice, je n’ai pas parlé espagnol pendant quatre ans, et quand je suis revenue ici, j’ai découvert une scène latino-américaine de jeunes artistes avec lesquels il est possible de créer des relations. Il y a un espace qui s’appelle Julio, où beaucoup ont présenté leur travail, et en octobre, j’y exposerai avec Margaux Knight. Donc, quelque chose qui m’a aidée à Paris est cette connexion avec d’autres artistes latino-américains. Ce n’est pas que nous devions forcément devenir meilleurs amis, mais il y a une communauté où l’on peut avoir le sentiment de faire partie de quelque chose. Je pense que c’est un autre aspect positif pour les artistes latino-américains qui viennent à Paris, en comparaison avec d’autres villes où il y en a probablement moins. Bien qu’il semble qu’il y en ait de plus en plus. Par exemple, à La Villa Arson, j’étais la seule latino-américaine, et quand je suis partie, cinq artistes mexicains sont arrivés, ce qui est génial pour continuer à construire des espaces d’échange.

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